El joven Hindú que predijo el coronavirus

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Es lo que repiten los medios. Que, como siempre, informan para tener titulares y nutrirse de lectores a través del elemental "miedo". 

Pero no investigan. Sólo buscan generar incomodidad, porque eso les trae reditos económicos. Algo que no es leído, que no llama la atención, no sirve para los medios de comunicación. 

Y entonces este niño hindú vino como anillo al dedo.

¿Alguno de los periodistas informadores habrá oido realmente la supuesta profecía que vierte el niño, llamado Abhigya Anand, en su video publicado en Youtube el 22 de agosto de 2019?. 

Bueno, no habla de Pandemia. No habla de virus. Y es más: dice que la cosa empieza en oriente medio, precisamente en Iran. 

En ningún momento habla del coronavirus, aunque se insista en que lo vaticinó. Sólo dijo que venía una catástrofe mundial, como vienen diciendo hace años muchas personas, sin ser astrólogas, simplemente observando el panorama mundial, la ecología en detrimento, y los recursos del planeta que no llegan a todos. 

En detalle la "profecía" astrologica del niño indio.


Este niño sólo dijo que venía un Peligro Severo para el mundo en las fechas en que coincidentemente se empezó a hablar de la covid-19. Probablemente influido por los conflictos mundiales que existen desde hace años. 

Pero aunque lo diga aquí, es una voz en medio del océano, y seguirán los apocalípticos empeñados en creer que todo se acaba. 

No hay que olvidar el origen de la astrología, que se fundó cuando todavía no se conocían los planetas que actualmente conocemos. Y como ciencia inexacta, o pseudociencia, se continuó con una linea supersticiosa que asociaba los astros con los eventos del mundo. Algo totalmente falso y que a estas alturas cuestionarlo parece increíble.

Repasemos un poco el origen.


EL ORIGEN DE LA ASTROLOGIA
 

En la antigüedad, el hombre primitivo no tenía formas complejas de observación de los astros y la naturaleza. No podía indagar más allá de lo que sus ojos observaban. Por eso, establecía pautas basadas en sus observaciones imperfectas, y de ahí, establecía algunas leyes para intentar dar orden al mundo. 

Quizá de todas las leyes que haya intentado esbozar, la de los horóscopos astrológicos sea la más atrevida. Desde hace miles de años se ha intentado definir, mediante los astros, la forma de ser de una persona y, de ahí, predecir lo que sucederá en su vida. Entre los egipcios y los caldeos hubo muchos intentos. Pero el horóscopo, tal y como lo conocemos hoy día, proviene de la mano de quien consideraba a la Tierra el centro del universo: Ptolomeo (que por las dudas digo: no es el centro)


PTOLOMEO Y SU FAMOSO TETRABIBLOS: EL ORIGEN DE LOS HOROSCOPOS MODERNOS 


Aquel fue un filósofo griego, astrónomo y matemático, que vivió durante el Siglo II. Su obra referida a los horóscopos y los signos es el Tetrabiblos, dividido en cuatro libros. 

Ptolomeo cataloga cada signo- cuando conforma el famoso Horóscopo del que todos hoy día hablaríamos y buscariamos en diarios y revistas - basándose en la observación y el parecido con los planetas y sus influencias. 

Por ejemplo, de Aries, dice: “Las estrellas en la cabeza de Aries poseen una influencia similar en sus efectos a las de Marte y Saturno..:” 

¿De dónde obtiene que dichas estrellas tienen una influencia similar a la de Marte?. Del colorido, del brillo, esto es, del parecido con el planeta visible desde la Tierra. Y claro, hoy día sabemos que la constelación de Aries tiene dos enanas rojas - la Estrella de Teegarden y TZ Arietis – que, evidentemente en tiempos de Ptolomeo, las asociaron a Marte por su semejanza visual y , de esta forma, le atribuyeron las características metafísicas del planeta rojo: el guerrero, el iracundo (dice: “marte posee una naturaleza de fuego”. 

 Otro ejemplo es Géminis, dice: “Las estrellas en los pies de Géminis tienen una influencia similar a aquella de Mercurio, y moderadamente a aquella de Venus” 

Desde la Tierra, la observación de la luminosidad de aquellas estrellas, que son las más brillantes, debió ocasionarle una instintiva comparación con Mercurio y con Venus. Por eso se dice, en astrología, que Géminis tiene de regente a Mercurio, el símbolo de la inteligencia. 

Hoy día sabemos que se trataba de Pólux (β Gem) y Cástor (α Gem). La primera es una gigante naranja, y Cástor es una estrella múltiple. Ambas llamativas para un observador desde la Tierra. Ptolomeo lo que hacía era pura comparación y luego sacaba sus reflexiones apoyándose en los atributos metafísicos de cada Planeta. 

No hay que olvidar que tenía por entonces un conocimiento cosmológico inadecuado ya que creía que la Tierra era el centro del Universo, y apenas conocían cinco planetas. Error que fue desplazado en virtud de las investigaciones de Copérnico, y más tarde por Galileo. Pero esto no impidió que, acorde a cómo estaban los signos del zodíaco - su disposición, intensidad de brillo, la diferencias entre equinoccios, etc - Ptolomeo se atreviera a mencionar que algunos mandaban y otros obedecían. 

Dice: “Los signos en el semicírculo de verano son los que mandan: aquellos en el semicírculo de invierno, obedecen.
Y explica la razón así:“..ya que, cuando el sol está presente en el primero, hace el día más largo que la noche; y , cuando en el último, produce el efecto contrario”. 

Uno podría estar tentando de imaginarlo en aquella época diciendo : “oye , eres de Acuario, a obedecer se ha dicho. Estás en el semicírculo de invierno, lo que digas no servirá”

¿Será por eso que a los acuarianos de Galileo y de Darwin siempre quisieron criticarlos y negarles la palabra? Ptolomeo hubiera dicho que sí, desde luego. Porque están en el semicírculo de invierno. Lo dudo.

Aquellos hombres fueron criticados porque sus hallazgos contradecían el dogma imperante. Nada más que eso: no por trifulcas con el signo zodiacal. 

Luego habla de las Triplicidades: sobre que los 12 signos están distribuidos entre los cuatro triángulos equiláteros. Traza dibujos, formas, y empieza a conformar el famoso horóscopo zodiacal. A veces recurre a la teoría egipcia o caldea, y saca sus propias conclusiones (Dice del horóscopo de los caldeos “es altamente imperfecto”) 

Tras esbozar lo que considera como pautas características de su horóscopo zodiacal, comienza a catalogar el tipo de personalidades que pueblan determinados países, según cómo sean regidos por tal y cual constelación, planeta, equinoccio, etc. 

Por eso, dice: “La gente de Hellas, Achaia y Creta, tienen una fuerte familiaridad con Virgo y Mercurio, y son por lo tanto estudiosos y científicos, prefiriendo el cultivo de la mente al cuidado del cuerpo”. 

Y sigue con los de Aries: a los que dice que son (por influencia de Marte) audaces, ateístas y traicioneros. Y si hoy estuviera vivo, Ptolomeo pondría de ejemplos a Richard Dawkins, Christopher Hitchens, ambos de aires y ateos. Pero desde luego, olvidaría incluir a Sam Harris, Carl Sagan, Savater, entre otros que no son arianos y son ateos. 

Quizá sea esto lo que tiene la astrología como un mal no menor: que conduce al astrólogo incipiente a buscar patrones que no son otra cosa que una forma de segregación.

Dicho sea de paso: es una costumbre que todos los humanos solemos hacer desde que nacemos, buscar patrones repetitivos para intentar comprender el mundo donde vivimos. Ptolomeo discrimina sin dudarlo a los nacidos en determinados signos. Discriminación que se arrastra tras siglos hasta nuestros días, de forma más solapada, pero presente. 

Por ejemplo cuando dice Ptolomeo sobre el signo zodiacal de Escorpio: “También Siria, Commagene, Capadocia, están influenciadas principalmente por Escorpión y Marte, y sus habitantes son osados, malvados, traicioneros y laboriosos”
Y añade: “…son atroces y en pugna en el más alto grado; comedores de carne humana, totalmente indiferentes al peligro.” 

Evidentemente tuvo problemas con los Escorpianos. ¡ Imaginen cuanto alentaría a una discriminación zodiacal definirlos a todos de esta manera! 

Tras un extenso listado del perfil de cada signo, pasa a las predicciones basadas en los planetas y constelaciones. 

Aunque ya ha advertido antes: “…no debe imaginarse que todas las cosas ocurren a la humanidad, como si cada circunstancia individual fuera ordenada por grado divino y una causa celestial indisoluble; ni que se piense que todos los eventos son mostrados para proceder de un simple e inevitable destino, sin ser influido por la intervención de cualquier otra influencia. Dicha opinión es completamente inadmisible; ya que por el contrario es más esencial observar, no solamente los movimientos celestiales que, perfectos en su institución y orden divino, son eternamente regulares y sin desviación, sino también la variedad que existe en cosas terrenas, sujetas a, y diversificadas por las instituciones y el curso de la naturaleza, y en relación con la causa superior que opera en cuanto a los accidentes producidos” 

No conforme con esto, afirma que cada signo tiene inclinaciones a modificar el comportamiento de la naturaleza, esto es, generando tempestades, terremotos, vientos, lluvias, etcétera. 

Ptolomeo también habla de la hora del nacimiento y le concede excesiva importancia cuando llega el momento de establecer cómo será la persona. Pero ¡el extremo máximo lo logra cuando dice cómo morirán los de determinados signos!. 


MI REFLEXIÓN PERSONAL SOBRE LA ASTROLOGÍA 
 

Ahora bien, cualquiera que lea el Tetrabiblos no dudará de dos cosas: el insuficiente conocimiento astronómico, y la superstición que siempre ha rodeado a cada planeta.

Aquello de que Venus tiene inclinación sensual, que Marte es el dios de la Guerra, todas mitologías antiguas que encontraron asidero en los horóscopos de Ptolomeo y, de ahí a nuestros días, en los libros, columnas de revistas, y mil artículos referidos a los signos (o este niño indio que vaticina cosas y  queremos que las acierte de pura casualidad). 

Y extrapolado a las personas es una forma de discriminación. 

Mucha gente no es contratada en un trabajo por su signo; otras son rechazadas por la novia, esposa o amante, por tener un ascendente inadecuado. Esto alienta la segregación: el racismo metafísico hacia las personas. 

La realidad puede resultar bien simple y hasta vulgar para los que buscan complejizar sus mentes: los planetas existen, pero jamás han tenido influencias en nosotros, de la misma manera que el mar no la tiene con nosotros pese a que estamos constituidos mayormente por agua. 




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