Conocí a Ra hace años atrás, cuando rentaba su departamento temporario en la zona de Las Cañitas, en Buenos Aires.
Enseguida me contó su vida y su búsqueda particular de la verdad. Era una de esas mujeres new age, las que con velas, sahumerios y cursos de aromaterapia quieren alcanzar la iluminación, o al menos sentirse mejor con la existencia. Cada tanto, como sabía que era escéptico, me preguntaba por uno u otro curso.
Siempre le respondía lo mismo:
Ella me dirigía una mirada despierta y enseguida me decía:
“Tenés razón; el otro día pagué 400 pesos por un curso de proyección astral y sólo me dieron esta bibliografía” – me enseñaba una parva de hojas con una jerga de metafísica adulterada con algunos tecnicismos científicos, un cóctel agradable para la mente new age.
Y así estuvo durante todo el año en que residí en su departamento. Cada vez que me cruzaba con ella me pregunta si tal o cual curso valía la pena.
Parecía resistirse a aceptar mi negativa de siempre de que todos son un quita-dinero. Y como tenía dinero para invertir – “invertir” no es el mejor término para este caso, considerémoslo mejor perder dinero – pasaba sus horas muertas buscando donde incorporarse. Todo lo que rezumara esoterismo era bienvenido.
Creo yo, la actitud de Ra refleja la misma que poseen muchas amantes de lo new age (sí, el 95% son mujeres): no importa si es verdad o mentira aquello que buscan, importa que les siente bien.
Pero el fervor por alcanzar las cumbres espirituales conlleva siempre a toparse con los inevitables baches del ascenso: sectas, mentirosos, charlatanes, vende cursos de sanación angélica, etc.
No lo ven, ni les interesa verlo porque tienen en la mira algo más elevado que ellas mismas, algo tal vez como un ideal que creen que aquellos charlatanes ocultan para ellas.
Pero es un triste autoengaño que lo único que hace es, amén de arrebatarles el dinero, primero lo hace con sus esperanzas.
Si definimos el perfil de estas amantes de lo new age podríamos trazar algunas características interesantes: la edad (la mayoría ha cruzado la frontera de las cuatro décadas), el poder socioeconómico (elevado o medio en ascenso), los conflictos personales y familiares (pérdidas familiares, separación, hijos a la distancia, padres conflictivos en la niñez, etcetera) , y la necesidad de encontrar en la metafísica algo más, algo que mejore sus vidas o que expliqué por qué las cosas pasan como pasan en este mundo.
En la antigüedad, los farsantes de hoy día hubieran sido clasificados como meros charlatanes, gente sin educación y predispuesta al fraude y la estafa. Los que vendían pócimas para el pelo, para recuperar los amores contrariados, los clarividentes de la bola de cristal, etc.
Pero hoy, con sus cursos, con sus presidencias espirituales adquiridas por ellos mismos, se dan el status que antaño no tuvieron. Ese status, sobrevalorado por las mujeres new age, pero sin certificación ni aval científico, es lo que les abre las puertas de los medios y de los corazones de las personas.
Con títulos de Médico Homeópata, Maestro de Tercer Grado de Reiki, Experto en Apertura de Chacras, estos falsos profesionales jamás escasearán, y la gente invertirá en sus mentiras, porque, lo más triste, sus mentiras son las mentiras que se quiere creer.
No se puede ir en contra de toda una marea de creencias.
Para finalizar, me agradaría señalar el mejor camino hacia un conocimiento y , quizá - ¿por qué no? – hacia una experiencia auténticamente religiosa: contemplar con humildad la naturaleza y el universo, aquel cosmos al alcance de todos y ahí nomás, arriba de nuestros ojos, allí donde están en verdad las cumbres espirituales, sin ningún dios, pero con la majestuosidad de leyes bellísimas que nos rigen y han permitido que hoy día los ojos humanos se muevan sobre estas líneas.
Enseguida me contó su vida y su búsqueda particular de la verdad. Era una de esas mujeres new age, las que con velas, sahumerios y cursos de aromaterapia quieren alcanzar la iluminación, o al menos sentirse mejor con la existencia. Cada tanto, como sabía que era escéptico, me preguntaba por uno u otro curso.
Siempre le respondía lo mismo:
“Es un quita dinero. No pierdas tiempo ni energía con gente que son como vos, con los mismos problemas y deficiencias, pero que se aprovechan de las vulnerabilidades de los otros”.
Ella me dirigía una mirada despierta y enseguida me decía:
“Tenés razón; el otro día pagué 400 pesos por un curso de proyección astral y sólo me dieron esta bibliografía” – me enseñaba una parva de hojas con una jerga de metafísica adulterada con algunos tecnicismos científicos, un cóctel agradable para la mente new age.
Y así estuvo durante todo el año en que residí en su departamento. Cada vez que me cruzaba con ella me pregunta si tal o cual curso valía la pena.
Parecía resistirse a aceptar mi negativa de siempre de que todos son un quita-dinero. Y como tenía dinero para invertir – “invertir” no es el mejor término para este caso, considerémoslo mejor perder dinero – pasaba sus horas muertas buscando donde incorporarse. Todo lo que rezumara esoterismo era bienvenido.
Creo yo, la actitud de Ra refleja la misma que poseen muchas amantes de lo new age (sí, el 95% son mujeres): no importa si es verdad o mentira aquello que buscan, importa que les siente bien.
Pero el fervor por alcanzar las cumbres espirituales conlleva siempre a toparse con los inevitables baches del ascenso: sectas, mentirosos, charlatanes, vende cursos de sanación angélica, etc.
No lo ven, ni les interesa verlo porque tienen en la mira algo más elevado que ellas mismas, algo tal vez como un ideal que creen que aquellos charlatanes ocultan para ellas.
Pero es un triste autoengaño que lo único que hace es, amén de arrebatarles el dinero, primero lo hace con sus esperanzas.
Si definimos el perfil de estas amantes de lo new age podríamos trazar algunas características interesantes: la edad (la mayoría ha cruzado la frontera de las cuatro décadas), el poder socioeconómico (elevado o medio en ascenso), los conflictos personales y familiares (pérdidas familiares, separación, hijos a la distancia, padres conflictivos en la niñez, etcetera) , y la necesidad de encontrar en la metafísica algo más, algo que mejore sus vidas o que expliqué por qué las cosas pasan como pasan en este mundo.
En la antigüedad, los farsantes de hoy día hubieran sido clasificados como meros charlatanes, gente sin educación y predispuesta al fraude y la estafa. Los que vendían pócimas para el pelo, para recuperar los amores contrariados, los clarividentes de la bola de cristal, etc.
Pero hoy, con sus cursos, con sus presidencias espirituales adquiridas por ellos mismos, se dan el status que antaño no tuvieron. Ese status, sobrevalorado por las mujeres new age, pero sin certificación ni aval científico, es lo que les abre las puertas de los medios y de los corazones de las personas.
Con títulos de Médico Homeópata, Maestro de Tercer Grado de Reiki, Experto en Apertura de Chacras, estos falsos profesionales jamás escasearán, y la gente invertirá en sus mentiras, porque, lo más triste, sus mentiras son las mentiras que se quiere creer.
No se puede ir en contra de toda una marea de creencias.
Para finalizar, me agradaría señalar el mejor camino hacia un conocimiento y , quizá - ¿por qué no? – hacia una experiencia auténticamente religiosa: contemplar con humildad la naturaleza y el universo, aquel cosmos al alcance de todos y ahí nomás, arriba de nuestros ojos, allí donde están en verdad las cumbres espirituales, sin ningún dios, pero con la majestuosidad de leyes bellísimas que nos rigen y han permitido que hoy día los ojos humanos se muevan sobre estas líneas.