Supongamos que haya algo: un reino espiritual donde todos nuestros deseos se vean satisfechos.
En aquel mundo, al no poseer cuerpo material de carne y huesos, podríamos flotar pero no tendríamos ninguna experiencia sensorial como las que experimentamos vivos, por ende, ¿cómo podríamos apreciar la belleza de las cosas sin el contraste entre el dolor y el placer, lo feo y lo bello a través de aromas, el tacto, y esos sentidos que ya no cargaremos con nosotros?.
Los Hindúes, sin embargo, creen que esta vida no es más un sueño objetivizado por una conciencia superior. Eso es lo que llaman Maya.
Cuando morimos, en realidad despertamos del sueño. ¿Y cómo sería aquel despertar? ¿De nuevo, sin cuerpo, o con otro provisto de formas sensoriales.?.
Dejo a los yoguis, que todo lo ven y pueden, (así dicen) que respondan esto. Pero desde luego, no descenderán de sus alturas espirituales inconmensurables para dar respuesta a un mísero mortal como yo.
Lo que es peor: jamás lo han hecho. Pero sí fabrican perfumes con sus pases mágicos, levitan sobre alfombras, materializan elementos, todos trucos miserables de ilusionismo con el único propósito de armar sectas y cautivar a la gente para que los idolatren.
Ahora supongamos que no hay nada: el vacío, la nada absoluta. ¿Qué sucedería? Nuestras moléculas se dispersarían por todo el espacio. Seríamos uno con el cosmos, y de alguna manera algo de nosotros siempre estaría presente en la naturaleza.
Pero claro, no lo que nos interesa, esto es, nuestra conciencia, nuestras memorias. Es el terror a perder nuestro bien más preciado lo que ocasiona miedo a la muerte.
Por eso, supongo, tenemos la manía de retratarnos, tomarnos fotos en paisajes, lugares increíbles, con el grupo de amigos: queremos dejar en el tiempo nuestra presencia, nuestra existencia de paso por este mundo, aunque sea en una simple fotografía.
En aquel mundo, al no poseer cuerpo material de carne y huesos, podríamos flotar pero no tendríamos ninguna experiencia sensorial como las que experimentamos vivos, por ende, ¿cómo podríamos apreciar la belleza de las cosas sin el contraste entre el dolor y el placer, lo feo y lo bello a través de aromas, el tacto, y esos sentidos que ya no cargaremos con nosotros?.
Los Hindúes, sin embargo, creen que esta vida no es más un sueño objetivizado por una conciencia superior. Eso es lo que llaman Maya.
Cuando morimos, en realidad despertamos del sueño. ¿Y cómo sería aquel despertar? ¿De nuevo, sin cuerpo, o con otro provisto de formas sensoriales.?.
Dejo a los yoguis, que todo lo ven y pueden, (así dicen) que respondan esto. Pero desde luego, no descenderán de sus alturas espirituales inconmensurables para dar respuesta a un mísero mortal como yo.
Lo que es peor: jamás lo han hecho. Pero sí fabrican perfumes con sus pases mágicos, levitan sobre alfombras, materializan elementos, todos trucos miserables de ilusionismo con el único propósito de armar sectas y cautivar a la gente para que los idolatren.
Ahora supongamos que no hay nada: el vacío, la nada absoluta. ¿Qué sucedería? Nuestras moléculas se dispersarían por todo el espacio. Seríamos uno con el cosmos, y de alguna manera algo de nosotros siempre estaría presente en la naturaleza.
Pero claro, no lo que nos interesa, esto es, nuestra conciencia, nuestras memorias. Es el terror a perder nuestro bien más preciado lo que ocasiona miedo a la muerte.
Por eso, supongo, tenemos la manía de retratarnos, tomarnos fotos en paisajes, lugares increíbles, con el grupo de amigos: queremos dejar en el tiempo nuestra presencia, nuestra existencia de paso por este mundo, aunque sea en una simple fotografía.
Doy una tercera opción, que vengo esgrimiendo hace bastante tiempo: no hay más allá, o supongamos que lo hay y que lo desconocemos (a los efectos es lo mismo) ¿a quien no le agradaría dejar igualmente una copia de uno mismo, en un ambiente digital, como expresión de su paso por esta tierra?.
Los Epicureos decían que el mayor problema del hombre y el por qué sufre es su miedo a la muerte. Si pudiéramos erradicarlo, creo que realmente podríamos acariciar la felicidad auténtica.
En tanto seamos esclavos de nuestro peor miedo, vivimos como en una prisión. Los que dicen no temer a la muerte, no deben engañarse y engañar a los demás: todo ser humano teme su aniquilación, incluso los creyentes acérrimos, es parte del instinto de supervivencia. Por algo existe ese instinto.
“El corazón tiene razones que la razón desconoce” , de Blaise Pascal.