Muchos conocen a Jack London por su clásico Colmillo Blanco. De hecho, yo lo conocí desde niño por esa obra aunque no por la lectura de la misma.
Mi abuela no dejaba de hacer alusión a aquel libro y al fantástico animal que era protagonista. Pero yo nunca había leído aquella obra hasta hace una semana atrás. Ahora reconozco que es una obra maestra. Y que el resto de sus libros El llamado de la Selva, La plaga (peste) escarlata, El Lobo de Mar, y tantos otros, son también obras profundas y que, aunque pasen los años nunca quedan desactualizadas y son inmortales. Y es que London retrata la dureza de la lucha por la vida. Y lo hace como nadie puede lograrlo: a través de sus propias experiencias cuando fue en busca de oro o cuando rondó por media Alaska con tan sólo 21 años.
London fue el primer escritor Best Seller, el primero en vivir de la escritura en su tiempo. Sus desgarradores relatos, sus descripciones nacidas de sus aventuras, lo han jalonado, sin quererlo y sin saberlo, a ser uno de mis escritores favoritos hoy día. Se ocupa de asuntos trascendentes, cuestiones sobre la vida y la muerte. Eso es un escritor.
Y como no podía faltar a este genio, también fue un periodista de investigación. Su obra El Pueblo del Abismo (o La gente del abismo) relata su infiltración al East End londinense viviendo y padeciendo lo que cientos de miles de seres humanos padecieron por aquellos días.
Ataviado como uno más de aquellos pobres infelices, observó la dureza de la vida, la falta de propósito, las ansias de suicidio, y la lucha despiadada de clases por un mendrugo de pan. Gente que iba por las calles comiendo pedazos de cáscaras de naranja que encontraba aquí y allá para paliar el intenso hambre. Ancianos enjutos que masticaban el carozo de una ciruela para sacarle el jugo. Hombres en el final de su edad durmiendo en las calles y sin poder hacer otra cosa que suplicar por un plato de comida.
Un trabajo impresionante y que no se le ha reconocido como sus otras obras. ¿Y cuántos otros trabajos semejantes nos podría haber legado este brillante escritor si no hubiera muerto a la corta edad de 40 años?. Dicen que terminó suicidándose.
En realidad, el parte médico avala que tuvo una falla renal. Que probablemente usó morfina para mitigar el dolor y se sobrepasó por accidente o con intención. Vaya uno a saber qué sucedió, pero ha trascendido que fue un hombre que puso él mismo fin a su vida.
Rescato este párrafo de La Gente del Abismo, tras oír el desgarrador relato de un joven fogonero:
“Cuatrocientas cincuenta mil personas es mucha gente. El joven fogonero era sólo una de ellas, y le llevó algún tiempo contarme lo poco que tenía que decir. No me gustaría oírles a todos al mismo tiempo. Me pregunto si Dios les oye”.