El resucitador de los muertos: Giovanni Aldini

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 Estamos a fines de 1700, y la señora Galvani estaba muy enferma. Fiebre, tos. Le habían diagnosticado para esa dolencia el consumo de sopa de rana, la cual le iban a preparar sus sirvientes. 
Al rato, la señora Galvani fue a supervisar su cena, y al ver que uno de sus mayordomos tenía la rana, le dijo que la dejara en el laboratorio de su marido ya muerta junto a una de las máquinas eléctricas del profesor. Ella se encargaría. 

La señora Galvani tomó un cuchillo y comenzó a cercenar a la rana, pero en ese momento una chispa salió disparada de la máquina hacía el cuchillo. En el preciso momento que se produjo, las patas de la rana se crisparon y se movieron con espasmos. 

 Acababa de ocurrir un experimento casual, fortuito, que daría pie a la más grande historia de horror de todos los tiempos. 

Sí, queridos lectores, hablo de la historia de Frankenstein.   

Luigi Galvani (Wikimedia Commons)


Ciertamente la sopa de ranas no salvó a la señora Galvani, murió en 1790. Pero un año después su marido publicaría un estudio de su experimento de “resucitación”. 

Su investigación causó furor en todo Europa. Muchos estaban convencidos que Galvani había descubierto la clave de la vida. 

Al poco, otros científicos lo imitaron, pero pasaron a otras cosas más interesantes dejando de lado las ranas, animales más grandes.   

Diagrama de los experimentos de Galvani (Wikimedia Commons)


Y se plantearon ¿qué pasaría si se probara con un cadáver humano?. 

EL PIONERO EN EL ARTE DE LA REANIMACION 

Fue nada menos que el sobrino de Galvani: Aldini Giovanni. Fue un promotor del trabajo de su tío viajando por Europa y ofreciendo al público un espectáculo algo dantesco: la electrificación de un cuerpo humano. Este fue el real inicio de Frankenstein.  



Un 17 de enero de 1803 en Londres, ante una audiencia del Royal College of Surgeons, Aldini hizo historia. Sobre una camilla, yacía el cuerpo de George Forster, de 26 años, ejecutado en la horca por el asesinato de su esposa y su hijo. 

Image: Aldini (Wikimedia Commons)
En aquella época, como se aprecia, conseguir cadáveres era cosa sencilla. Los anatomistas se contaban por montones y solían ir a la Piazza Maggiore para esperar que el verdugo le hiciera la entrega del cadáver. 

Aldini juntó partes del cuerpo de Forster a lo polos de un batería de 120 placas de cobre y zinc. Primero hizo “revivir” la cara. 

Los músculos de la mandíbula se estremecieron, y las facciones revelaron un rictus de dolor. Incluso el ojo izquierdo se abrió de golpe. 

En suma, lo que hizo Aldini fue jugar con el cuerpo mediante electricidad cual marioneta. Pero el gran final fue entre nauseabundo e indigno : enganchó un cable en la oreja y hundió el otro en el recto. 

El cadáver de Forster rompió a “bailar” en una danza infernal. Según se pudo leer en los diarios de la época: “La mano derecha se alzó y se apretó, y las piernas y los muslos se pusieron en movimiento. A los espectadores les pareció que el miserable estaba a punto de ser devuelto a la vida”

Pero Aldini continuó su gira por Londres con el espectáculo de la cabeza decapitada de un buey el cual parecía estar vivo.  



Pero el show más grandioso fue el 4 de noviembre de 1818, en Glasgow. Aquel día, el químico escocés Andrew Ure conectó el cadáver del asesino ejecutado, Matthew Clydesdale, a una batería de 270 placas. El doble de poder. 

Cuando vinculó la médula espinal con el nervio ciático, “todos los músculos del cuerpo se agitaron de inmediato con movimientos convulsivos que se asemejaban a un violento estremecimiento por el frío”

La conexión del nervio con el diafragma provocó “una respiración completa, el pecho se agitó y cayó, el vientre se sobresalió y volvió a colapsarse, con el diafragma relajado”

Al fin, Ure conectó los polos de la batería con un nervio expuesto en la frente y el talón: 

“Todos los músculos de su semblante se vieron simultáneamente envueltos en una combinación de rabia, horror, desesperación, angustia y sonrisas espantosas, que se unieron en una horrible expresión en la cara del asesino”. 



Pero el espectáculo no fue tolerado por los espectadores y, mientras algunos huían, otros caían desmayados. Pero tanto Aldini como Ure pensaban que se podía devolver la vida al cuerpo más que jugar con los cadáveres como marionetas. 

Ure escribió: 

 “Hay una probabilidad de que la vida sea restaurada. Este evento, aunque poco deseable con un asesino, y tal vez contrario a la ley, habría sido perdonable en un caso, como lo haría todos aquellos que han sido útiles para la ciencia”. 

LA CREACIÓN DE FRANKENSTEIN 



La pequeña Mary Shelley era muy llegada a la hija de un amigo de Giovanni Aldini, y pronto las historias que oía de niña le encendieron su imaginación. Realmente lo veía posible. Y así fue que, años más tarde, dio forma a la bella historia de Frankenstein. 

Todo nacido de una pócima con ranas para sanar una dolencia.


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