Llovía. La mujer se acercó como todas las noches al contenedor de basura y lo destapó: el horror desfiguró su rostro. Dentro, estaba el cuerpo de una joven mujer. Enseguida comenzó a gritar y una pequeña multitud se reunió en torno al contenedor.
Los medios no tardaron en hacerse eco de la noticia: se trataba de una joven autoestopista que habían asesinado.
Corría el año 1985 en Pensilvania. Se iniciaba la saga, o serie, de crímenes de un horrendo asesino serial. Meses más tarde una adolescente autoestopista conoce la historia de la chica del contenedor contada por el propio asesino…
La joven se llamaba Vanessa Veselka, y había huido de su casa en Nueva York para fugarse a la aventura. Pero se cruzó en esa aventura con un camionero siniestro: un tipo alto y delgado, el rostro chupado, que no usaba vaqueros como el resto de los camioneros, ni tampoco llevaba camiseta. Por toda vestimenta el hombre utilizaba una camisa de algodón con las mangas enrolladas para que fueran visibles sus bíceps.
La joven subió a su camión pues no tenía ya dinero para deambular. Y notó enseguida el orden meticuloso del camionero, algo que era raro basado en su experiencia como autoestopista. Una vez arrancó, y ya en soledad ambos, el camionero cambió su actitud gentil con una viva hostilidad: dejó de responder a la joven y apareció en su rostro un rictus de arrogancia.
El hombre comienza a hablar de la niña muerta en el contenedor de basura. Y entonces estaciona el camión en el arcén de la carretera junto al bosque. Saca un cuchillo de caza y le dice a la joven que vaya a la parte trasera del vehículo.
Intentó hacer entrar en razón al hombre, hablándole sin parar, de cualquier cosa, pero hablándole. Sollozaba y lo miraba con los ojos anegados al hombre que la observaba con frialdad.
Le prometió no diría nada a la policía y el hombre la escrutó profundamente aterrándola. Al cabo, el hombre soltó : “corre”.
Casi como una orden, una posibilidad de esperanza de salvarse, y la mujer saltó al bosque corriendo como alma que lleva el diablo durante horas sin mirar hacia atrás.
La mujer se salvó. Jamás fue a la policía ni se lo contó a nadie. Sólo hasta que detuvieron al hombre años después, y un amigo le avisó diciéndole: “es este el tipo?”.
Veselka lo reconoció de inmediato: aquellos ojos siniestros jamás se le borrarían de su cabeza.
LA DETENCION DEL ASESINO SERIAL
Corría el 1 de abril de 1990. Una fecha prolífica en crímenes. Un policía se detiene a investigar un camión estacionado en la Interestatal 10 de la ciudad de Casa Grande, Arizona, y de pronto lo oye: desgarradores lamentos que provienen de su interior. Algo inenarrable.
Abre el camión y se encuentra con una mujer encadenada a la pared del mismo gritando desesperada con sólo un par de zapatillas en los pies.
El conductor se llamaba Robert Ben Rhoades, de 44 años. Como estaba en el vehículo, lo detuvo esposándolo al instante.
En la comisaria la mujer relató ante los asombrados policías su historia. Un hombre había accedido a llevarla a su destino. Subió al camión y se durmió.
Al poco, despertó con sendas esposas en las muñecas y tobillos y en la parte trasera del vehículo. Y es que Rhoades había convertido la parte trasera de su camión en una cámara de tortura móvil: grilletes, esposas, todo lo menester para tener inmovilizadas a sus víctimas.
La mujer recordó el maletín de Rhoades: repleto de “juguetes” y herramientas destinadas para la tortura y el abuso desmedido (consoladores, correas, pinzas de cocodrilo, látigos, alfileres para perforar genitales y pezones de las víctimas).
Rhoades era oriundo de Texas y se lo conocía como Whips And Chains. El FBI se ocupó personalmente del caso.
Al parecer, se trataba de un asesino serial organizado. La diferencia con los desorganizados es que saben planificar en detalle sus crímenes, y muy posiblemente en este caso, hubiera muchos más casos.
En el apartamento del asesino encontraron de todo: ropa de mujer, toallas con sangre, revistas de sadomasoquismo, esclavitud, látigos, esposas y una serie de elementos muy refinados para torturar.
Entre sus primeras víctimas de asesinato estuvieron Douglas Zyskowski, de 28 años, y su esposa, Patricia Walsh, de 24 años, una pareja que había recogido como autoestopista a finales de 1989 cerca de El Paso, Texas.
La pareja era muy religiosa y tenían intención de predicar al llegar a la costa este, pero nunca llegaron. Rhoades disparó a Zyskowski y arrojó el cadáver del joven cerca de una carretera de Texas. Nadie relacionaría su crimen con una serie.
A la chica, a Walsh, la retuvo durante una semana en la que la sometió torturando y maltratándola antes de poner fin a su vida y tirar el cadáver en Utah. A la policía le tomaría años en identificar sus cadáveres y establecer una relación entre ambos.
Un mes después de matar a Patricia Walsh, recogió a Ricky Leer Jones de 18 años y su novia de 14 años, Regina Kay Walters. Enseguida mató a Jones y lanzó su cadáver al Mississippi.
Con Walters jugó durante un tiempo, al menos dos semanas de tortura y violaciones reiteradas, antes de estrangularla y tirar su cuerpo en un granero abandonado en Illinois. Sin embargo, antes de asesinar a la joven de 14 años, Rhoades le tomó muchas imágenes con su cámara fotográfica.
Muchas en el granero donde tendría su destino final la chica. Se la ve en muchas imágenes desnuda, y como Rhoades le había afeitado el vello púbico.
En otras imágenes, las que circulan por la web, se la ve vistiendo de negro y con tacones altos, parece asustada y se cubre la cara e intenta defenderse del agresor.
No conforme con el sufrimiento infringido a la menor, Rhoades llamó a sus padres para burlarse de la niña desaparecida.
LA INVESTIGACION
A medida que los investigadores se metían en el caso, más detalles cruentos se descubrían. Encontraron testimonios de mujeres que habían sido secuestradas en Texas, violadas y torturadas por aquel hombre.
El mismo caso que Veselka, que se salvó la vida por un raro milagro del azar criminal del destino. Rhoades estaba casado con su tercera esposa, Deborah.
La propia mujer declararía de las inusuales formas sexuales que solía practicar Rhoades. Incluso les dijo a las autoridades como disfrutaba su marido cuando ella sufría, en un caso que sucedió en que fue hospitalizada.
Para Rhoades el dolor le daba placer sexual.
Rhoades fue declarado culpable de varios asesinatos. Se sospecha que torturó, violó y asesinó a más de 50 mujeres entre 1975 y 1990, según se deduce de los datos sobre las rutas por las que anduvo , la frecuencia de su apetito sexual, y las mujeres que desaparecieron durante esos años y concordaban con el perfil de sus víctimas.
Aunque parezca increíble, sigue vivo y cumple condena en una prisión en Illinois. Este hombre, nacido un 22 de noviembre (he notado que existen innumerables asesinos del signo zodiacal de Sagitario: Ted Bundy, Ed Kemper, , entre varios, no que crea en los signos, pero hay mayor estadística en los nacidos en dicha fecha) con 72 años es la viva imagen de la maldad.
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