Los penny dreadfuls fueron publicaciones amarillistas creadas en la década de 1830 para las masas. Su nombre mismo nos indica con lo que podríamos encontrarnos, historias baratas, que no valían nada. Pero hacía olvidar a los lectores por algunos instantes sobre las condiciones existenciales insatisfechas. Por eso, tocando temas sensacionalistas, apaciguaban las emociones turbias de los lectores, en especial cuando se centraban en crímenes y fenómenos paranormales.
Lo inexplicable era una forma de sacar al vulgo de sus dramas cotidianos. Esta manera de encarar las historias fue tomada de modelo por muchos periódicos de circulación masiva. Se hizo necesario, entonces, que surgieran historias extrañas. Con el tiempo, la vieja historia de Varney el vampiro se convertiría en el moderno Chupacabras.
De esta manera la época victoriana se toleraba mejor, donde las desigualdades sociales eran moneda corriente. Al respecto, escribí un libro excelente, quizá uno de los mejores que escribí, sobre esta oscura época: la Asfixia, lo encuentran aquí:
Ahora se preguntarán por qué escribo todo esto y que nos enseñan los penny dreadfuls. La respuesta es sencilla. Existe mucha gente que recopila recortes de periódicos de sucesos extraños, como lo hizo en su día Charles Fort. El objetivo es encontrar un patrón entre tantos casos inusuales que acontecen en un mismo espacio y tiempo, casi siempre como trasfondo existe un evento social que los dispara. Los periódicos saben bien que entretener significa lectores, y a más lectores mayores ingresos. De manera que no todas, pero en muchas ocasiones, de un caso inusual, los periódicos aplican la lógica de las penny dreadfuls, y cosechan historias de fantasmas, lobizones, vampiros, etcétera, cada tanto tiempo. Es una manera en que el lector se descargue emocionalmente a través de fenómenos que rozan lo irracional.