Los fosforos de la vida y así somos

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Siempre me han agradado los fósforos. No sólo por su notable utilidad, sino por su historia: se descubrieron en rudimentarios laboratorios de alquimistas del pasado mientras se buscaba otra cosa; la piedra filosofal.

Pensar que el alquimista Hennig Brandt estaba dele destilar la orina con la arena, allá por 1669, en busca de la panacea, y se topó en la urea con aquello que lo deslumbró sin lugar a dudas: una sustancia blanca que brillaba en la oscuridad sin necesidad de arder.

Claro, convencido que era el rumbo a la piedra filosofal, escondió su secreto, como suelen hacer todos los alquimistas. Pero otro alquimista, llamado Kunckel, lo redescubrió un par de años después y no fue tan "codicioso" y lo reveló al mundo.



Su nombre proviene del griego φώς ("luz") y φόρος ("portador"). Y en verdad son portadores de la luz. De manera práctica resuelven nuestros problemas y hasta pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte si debemos sobrevivir y no sabemos cómo preparar una fogata.

Pero lo que más me fascina es lo que representan filosóficamente hablando.

Y es que, en los fósforos, como en la vida, nunca hay mayor claridad que al encenderse y mayor oscuridad que al apagarse.

Como ya dije alguna vez: por más que brillemos lo que brillemos, el fuego se consume y nos apagaremos en algún momento. Hasta el universo, considerado como un GRAN fósforo, algún día se apagará.

Imaginemos nuestras vidas como un fósforo, un chispazo de luz entre oscuridades de nada. Dejo dos videos. En uno, un truco curioso con la flama y el humo.





Truco fantástico


Créditos fotos: 1, 2

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