El escape de Hitler a argentina y el esoterismo del IIIReich

0
Hitler en un discurso

No puede evadirse. Es imposible quitarle la vista de aquel escote negro. Pasea tomado de su brazo y cada tanto la observa a ella: su reciente esposa. Se diría que está de buen ánimo. Bromea. Charla con los invitados. Pero hay algo, extraño, difícil de discernir, apenas insinuado en su mirada enérgica.

Salvo su secretaria, Traudl Junge, pocos podrían comprender qué alberga aquella mente. Y es que, minutos antes de casarse había dictado como última voluntad:

Después de seis años de guerra, que a pesar de todos los reveses sufridos será reconocida algún día en la historia como la manifestación más gloriosa y heroica de la lucha por la existencia de una nación, no puedo olvidar a la ciudad que es la capital de este estado. . .Deseo compartir mi suerte con la de los millones que la han asumido, quedándose en esta ciudad. Además, no caeré en manos de los enemigos, que exigen un nuevo espectáculo, presentado por los judíos, para divertir a las masas histéricas.

Y había continuado diciendo, ya algo eufórico, como si se tratase de uno más de sus hipnóticos discursos políticos:

Los esfuerzos y sacrificios del pueblo alemán en esta guerra han sido tan enormes que no puedo creer que hayan sido en vano. La meta debe seguir siendo conseguir territorios en el este para el pueblo alemán. . .

Hitler y los niños


Aquel hombre de bigotitos había visto profundamente a su bella secretaria. Tanto, que más tarde ella habría de decir de su führer que “sus ojos parecían mirar lejos, más allá de las paredes del búnker.”

A las cuatro de la madrugada, una vez expirada la boda, termina de transcribir correctamente y por triplicado el documento-testamento.

Y esa noche, que ya se difumina - mientras Goebbels y Bormann certifican el legajo testamentario - miles de soldados al mando del general Mohnke, intentan frenar inútilmente la avanzada Rusa. Falta poco para que lleguen a Wilhelmstrasse pasando al Postdamerplatz.

La noche pasa. Es mediodía. Hitler, el hombre del bigotito, reúne a sus colaboradores más cercanos para planificar sus siguientes pasos.

Pero las noticias son desalentadoras. Preocupan. Lastiman el orgullo del führer. Y a medida que pasa el tiempo la idea se incuba por si misma: el suicidio. Para ello, reparte a todos los alojados en su bunker sendos frascos con cianuro.

Hitler en pose


No es para menos. Las despiadadas “Hordas Rojas” causan horror de sólo saber que están cerca. Por eso, aquel aciago día Hitler dice:

“No tengo ninguna intención de dejarme capturar por los soviéticos, que me exhibirán como una pieza de museo”.(1)







Aquel 30 de abril el cielo está gris. Tanto como las cenizas que cubren la ciudad alemana; tanto como el declive del imperio nazi que finalmente se desmorona.

Una de las seis torres antiaéreas del flack que rodea Berlín explota. Cada vez más cerca, los hediondos y pesados tanques soviéticos truenan la tierra y ganan un nuevo palmo en su avance.

De nuevo: el tiempo pasa vertiginoso. De nuevo: la idea del suicidio.

En el lavabo, Hitler se afeita, se enfunda su traje negro en el que brilla la insignia del partido nazi en oro; la cruz de hierro y la medalla de los heridos de 1914-18.

Se vuelve a informar sobre la situación y suda frío. Se está desmoronando lentamente. Ya no alberga ningún ímpetu.



Entonces reclama la atención de Gunsche. Le ordena que consiga 200 litros de gasolina. En el almuerzo no prueba bocado. Conversa con sus dos secretarias y la cocinera como si no sucediera nada. Pero sus pensamientos lo llevan una y otra vez a lo mismo: el suicidio.

De sus impenetrables ojos no parece traslucirse plan alguno. Por eso, tras reunirse con sus asistentes decide despedirse de ellos estrechándoles las manos.

A Linge le dice, entre otras cosas: “habrá de pasar la tempestad, y dentro de una o dos generaciones se me hará justicia”.

A su piloto personal, Baur, le regala su añorado retrato de Federico el Grande, su ídolo desde su juventud. Y también, disimulando pésimamente su amargor, le dice: “Baur, quiero que escriban en mi tumba: fue víctima de sus generales



Con frialdad, sin mayores elogios, se despide del resto de su entorno.

Y Eva, su novísima esposa, hace otro tanto con las mujeres, riendo nerviosamente por instantes.

Más tarde el matrimonio se retira a la zona privada del Führerbunker. Y en ese momento Goebbels, su ministro de propaganda, da las órdenes para despejar el área de los búnkers, la cancillería y los jardines. En especial solicita a los soldados y centinelas que se alejen de las ventanas.





El primer alarido es de Magda Goebbels. Alerta a su marido, a Burgdorf, Bormann, y a Krebs.

¿Qué ha sucedido? El führer se acaba de encerrar en su despacho privado. Teme lo peor. Desesperada, los ojos anegados en lágrimas, hace ímprobos esfuerzos por acceder. No puede.

Intercede Gunsche y golpea la puerta. El fuhrer la abre. En ese momento Magda, totalmente devastada, rompe a llantos en la estancia.

Lo mira con tristeza infinita. Y le dice:

Mi führer ¿realmente no existe otra solución?”.

Hitler la observa impenetrable y niega con la cabeza. La puerta se cierra y con ella las esperanzas de la mujer.

Unos instantes después el disparo. Retumba en todo el bunker. La guardia personal de Hitler se apersona en la suite. Allí yace Hitler muerto en un sofá empapado de sangre.

Acaba de volarse la tapa de los sesos de un disparo en la boca. Eva Braum, su flamante esposa, también está muerta en el sofá. Junto a ella, otro revólver. Sin embargo, no ha sido utilizado. Ella ha tomado veneno. Son las tres y media.

Pero todavía no ha terminado todo. Los cadáveres son envueltos en alfombras grises y transportados a los jardines donde les aguarda un antiguo funeral estilo Hindú: piras funerarias.

Kempka observa cómo son depositados en un hoyo abierto por un obús. Hitler tiene los pantalones recogidos, el pie derecho está doblado hacia dentro como solía colocarlo cuando viajaba en auto.







Los cuerpos de marido y mujer son rociados con gasolina. Una chispa y…La hoguera comienza a cobrar forma de prisa.

Como si pretendiera semejar aquellas lumbres funerarias a orillas del Ganges, en India, una oscura y densa columna de humo se alza perezosa, quizá tan oscura y negra como el alma de quien la aviva.

Goebbels y su familia elevan el rostro pálido y gris como el cielo. Ya se adivinan las trazas de la muerte que los aguarda. Y ellos lo saben. Son los siguientes. Pero antes, con la misma mano con la que horas más tarde habría de extirparse la vida, Goebbels ejecuta su gran invención: el último saludo Nazi.

Supuesto cadáver de Hitler


CONSPIRACIONES EN TORNO A HITLER

Aquella narración ha sido la versión oficial de los hechos ocurridos tras la caída del Tercer Reich. Muchos dudan de tal historia oficial y piensan, por frases y formas de actuar de Hitler, que no pudo haberse suicidado. Y es más: que viajó a Sudamérica. Más precisamente: Argentina. Donde pasó sus últimos días.

Bariloche Argentina

En verdad no hay base para opinar de tal manera. Yo he estudiado las razones de peso que esgrimen los cultores de Hitler en Argentina. Y si bien he recorrido ruinas alemanas o nazis en la Patagonia, no he hallado un ápice de evidencia que respalde la idea de que el führer haya pasado sus últimas días en Argentina.


¿LAS EVIDENCIAS?

Se piensa que si muchísimos jerarcas nazis viajaron a Sudamérica, tras la caída del IIIReich, ¿por qué no lo habría hecho el propio Hitler a bordo de un submarino?. Yo mismo pensé muchas veces que aquello era posible. Pero la verdad es que Hitler estaba acorralado como un perro en su bunker. No tenía escapatoria. Se la había descontrolado la situación. Estaba fuera de su alcance huir de aquella Alemania colapsada.

Speer Albert dice, en sus Memorias del Tercer Reich que Hitler dijo: “Decidirá el Destino si tengo que morir en la ciudad o si puedo encontrar refugio en el último momento”.

Y de ahí, muchos cultores del Escape de Hitler, Burnside Patrick entre ellos, piensan que es factible que haya encontrado una forma de huir. Presentan cartas donde se haría mención a Hitler, datadas de fechas posteriores al suicidio, etc. Sin embargo, pueden ser falsificaciones. No han sido corroboradas hasta el momento.

Pero veamos el esoterismo del que dicen hacía gala Adolf Hitler.


EL SATANISMO DE HITLER

Trevor Ravenscroft es un escritor británico que ha narrado en su libro La conspiración de las tinieblas, sus pensamientos sobre Hitler y su alianza con las fuerzas de la oscuridad. Está convencido que los hornos de cremación y el holocausto fueron por obra y gracia de demonios que se abastecían de la energía vital de los infortunados. Hitler habría sido algo así como el faro para conseguir estas atrocidades de las cuales aquellas fuerzas diabólicas se nutrirían.

Dice:

Se consideró más oportuno hablar en áridos términos psicoanalíticos al tratar de los motivos por los que se había llevado a la cámara de gas a millones de seres humanos que revelar que este tipo de practicas formaban parte de un entregado servicio a las fuerzas del mal”.

Listo. Carpetazo final. Hitler, líder del demonio, mandó a los hornos a los judíos por orden del mismísimo diablo. Nada de que quería exterminar a aquella raza por su propio orgullo nacional o por haber leído tempranamente Los protocolos de los sabios de sion. No. Era el diablo.

Y por si hiciera falta algo más, René Guenon, filósofo francés vuelve a referir:

Pero ¿No es posible que exista, detrás de estos movimientos, algo mucho más peligroso , acerca de lo cual sus lideres quizá no saben nada, sino que tan solo son los instrumentos inconscientes de un poder demoniaco superior?”

Una vez más, el ser humano decanta por lo sencillo: explicar la atrocidad en términos netamente metafísicos.


ARCHIVO DE UN DON NADIE

Hitler de pequeño

Hitler pasaba sus días confinado en la soledad de su humilde pensión. No tenía otro pasatiempo que pintar. Y aunque lo hacía bien, no era reconocido como buen pintor. Eso lo exacerbaba. Quería que su pasión fuera reconocida.

En la habitación leía con voracidad a Nietzsche y Schopenhauer y a Richard Wagner.

Fue por los años 1909 y 1913 que, como refiere en Mein Kampf, Hitler se inició en todo lo referido a su capacidad para dirigir a los demás. Tenía una extraña claridad para influir en los pensamientos de los demás.

No era que convencía hablando con elocuencia, sino ordenando. Era un déspota, un narcisista. Y trataba a los demás como seres inferiores. He ahí su gran capacidad para la oratoria: creerse mejor que nadie.

August Kubizek, quien fuera amigo en su juventud decía de su forma de hablar:

Era como si otro ser hablara desde su cuerpo y lo conmoviera tanto como me conmovía a mí.”



EL MISTICISMO DE HITLER

Hitler saliendo de Iglesia

Hitler se creía especial. Elegido por la providencia. Por eso sabía en sus entrañas, como buen narcisista que “algún día recibiría del pueblo un mandato para que los guiara desde la esclavitud a las alturas de la libertad; una misión especial que algún día le sería confiada(2)

Quizá el mismo narcisismo de Jesús pero que, en lugar de autoinmolarse en la cruz, terminó por matar a una entera sociedad.

Sé que a muchos cristianos les parecerá una aberración que mezcle ahora a Hitler y a Jesús, dos personajes que podrían ser las antípodas uno del otro. Pero bajo sus comportamientos yace algo notable: el pronunciado misticismo y el narcisismo que caracterizó a ambos. El mismo que tienen los gurús de turno. Y , en este caso, los líderes autócratas.

Del misticismo de Hitler tenemos a Rauschning Hermann, en su “Time os Delerium” (1946) donde cuenta que en diversas ocasiones oyó al führer hablarle de la visión del “tercer ojo”:

Algunas personas –le decía Hitler- ya pueden activar su glándula pineal para una visión limitada de los secretos del tiempo.

Es tan significativa la asociación del esoterismo con los nazis (no sólo en sus búsquedas de lanzas o copas sagradas) que en Argentina, según leemos en Las Sombras de Hitler, de Raúl Kollmann nos relata un testimonio sincero de uno de los ex neonazis que, durante mucho tiempo, integró estos movimientos teñidos con gran ocultismo.

El líder, Alejandro Biondini (llamado Kalki en referencia a su última reencarnación del Dios hindú) es un experto en ceremonias de iniciación que quizá no sean más que profesionales “lavados cerebrales”. Ejerce una tenebrosa fascinación en sus acólitos. Tanto, que Julián - ex miembro- sentía en su presencia “que allí había algo sobrenatural, algo poderoso.”

Y agregaba vehemente:

Yo no querría volver a encontrarme con Biondini. No porque pueda pegarme o algo así. Me da miedo ese poder extraño que tiene.

Y no debemos olvidar de destacar la terrible influencia que del mismo modo ejerció en Hitler, Karl Haushofer. Este hombre, fuente de toda la mística biológica y racista, cuyos profundos estudios de los arios y la Atlántida sirvieron de base a muchos dirigentes Nazi, fue la primera figura en la sociedad “Vril” o “logia Luminosa”.

Impelidos por Haushofer y otros adeptos a la sociedad “Vril” de Berlín y Munich, un equipo de investigación fue enviado al Tíbet entre los años 1926 y 1942, con el fin codicioso de contactar comunidades trogloditas y obtener sus servicios psíquicos para el III Reich.

Jaime Cañas, en una entrevista que llevó a cabo a uno de los expedicionarios, hoy día radicados en Argentina narra en “La Corte de Lucifer”, como el grupo en el Tíbet se enfrentó a los miembros de la secta de Dugpas. Conocidas como unas vampiresas sexuales que, mediante técnicas rituales y quirúrgicas, intentaban drenar a un soldado de la SS, (la carnada del equipo) un líquido misterioso de la columna vertebral, supuesto elixir para los fines de la maligna secta.

Esta avidez, sin embargo, fue súbitamente interrumpida por los disparos de los camaradas del joven SS que destrozaron completamente aquel antro. Según el testigo le contara a Cañas, el objetivo del grupo era establecer comunicación con nada menos que los custodios del mítico Shambala.

La historia que cuenta Cañas es digna para el guión de alguna película de terror, con vampiros y todo.

Lo más probable es que los ociosos de la SS hayan librado sus noches en burdeles y , en alguno hayan tenido algún altercado con las señoritas dados sus malos modales. Y claro, lo arreglaron con balas y contando una historia increíble que su führer creería con los ojos alucinados.

Rouschining en su “Hitler me dijo” nos advierte que “si intenta uno esclarecer lo que mueve al führer a ocuparse siempre de la masonería, los Jesuitas o de las órdenes de caballería, se llega al verdadero secreto de la elite nacionalsocialista, más cerca al “misterio”, como se llamaba en la orden alemana de caballeros a la doctrina verdadera a la que sólo alcanzan los hermanos iniciados

Wilhelm Wulff también nos dice:

Los dirigentes nazis intentaban captar las fuerzas naturales , y sobre todo aquellas fuerzas subnaturales del mundo. De las técnicas modernas a la magia negra medieval, del teorema de Pitágoras al Pentagrama del Dr. Fausto, en fin todas las fuerzas espirituales, sensoriales, extrasensoriales.”


EL ESTADO MENTAL DE HITLER

Que estaba perturbado no me quedan dudas. Que el misticismo influyó en muchas de sus más aberrantes decisiones tampoco me quedan dudas.

Hitler era una persona alienada. Debería haber recibido tratamiento psiquiatrico, pero en cambio recibió el poder de toda Alemania. Tan necesitados de personas carismáticas están los seres humamos.

Por eso, Rauschning cuenta en su obra antes mencionada sobre los estados de Hitler en su juventud :

Despierta de noche dando gritos convulsivos. Llama por auxilio. Sentado en el borde de la cama, está como paralizado.

Y continúa:

¡ Es él, es él ! ¡ Ha venido aquí !, profería alucinado . Sus labios eran azules...de pronto pronunció cifras sin ningún sentido, luego palabras, jirones de frases...de repente, rugió : ¡ Ahí, ahí ! en el rincón ¿Quién está ahí? Pateaba el piso y aullaba.

Es evidente que Hitler no andaba nada bien de su cabeza. Sus estados psicóticos cualquier psicólogo podrá definirlos mejor que yo. El problema quizá haya sido cuando dichos estados se vincularon con su fuerte narcisismo y el sentimiento de sentirse un don nadie en la pintura.


LOS PROTOCOLOS MALDITOS DE SION

A pesar de que los Protocolos se sustentan en una base auténtica, en realidad fueron adulterados a partir de una obra escrita por el francés Maurice Joly en su “Dialogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” y “Las pequeñas señales anuncian grandes acontecimientos”.

Así, también influyó en gran medida el genial pensamiento profético del filósofo y científico ruso Soloviev que realmente “confirió a la obra una aureola tan aterradoramente auténtica”.

Este verdadero Filósofo, precursor de Teilhard de Chardín, fue el bastión para autores con tendencias racistas (Nilus, Ochrana) que tergiversaron la base real del protocolo para direccionarla a sus intereses.

Y al caer en manos de los alemanes detonó el odio visceral que tenían por los judíos.

Hitler vio en los Protocolos un modo de alcanzar la cumbre al poder, y ,a su vez, una justificación más a sus delirios raciales y místicos.

Pero su racismo no venía de familia. Más bien, como él mismo explica en Mein Kamp, fue consecuencia de vivir en Viena y ver cómo se desarrollaba aquella raza. Al principio, incluso se opinía a los ataques antisemitas del pueblo alemán. Hasta que, caminando por ciertas calles de noche, sucedió aquello:

"En Viena, como seguramente en ninguna otra ciudad de la Europa occidental, con excepción quizá de algún puerto del sur de Francia, podía estudiarse mejor las relaciones del judaísmo con la prostitución y más aún, con la trata de blancas. Caminando de noche por el barrio de Leopoldo, a cada paso era uno - queriendo o sin quererlo - testigo de hechos que quedaron ocultos para la gran mayoría del pueblo alemán hasta que la guerra de 1914 dio a los combatientes alemanes en el frente oriental oportunidad de poder ver, mejor dicho, de tener que ver, semejante estado de cosas.

Sentí escalofríos cuando por primera vez descubría así en el judío al negociante, desalmado, calculador, venal y desvergonzado de ese tráfico irritante de vicios de la escoria de la gran urbe. Desde entonces no pude más y nunca volví a tratar de eludir la cuestión judía; por el contrario, me impuse a ocuparme en delante de ella"


Para Hitler, todo el arte, la escritura, y la política sórdida estaba dominada por judíos. Y como una secta, se cuidaban entre ellos, evitando criticarse y arruinando a quienes no fueran del grupo.

Por eso, se entiende que cuando obtuvo aquellos protocolos se excitó por completo. Y decidió llevar a cabo el terrible holocausto.


LA HUIDA Y LOS SUBMARINOS NAZIS

Para quien me haya seguido hasta aquí (sí, sé que es duro) habrá notado que no hay dudas del influjo esotérico que tuvo Hitler ; y que en cuanto a sus creencias éstas lo llevaron a condenar a un pueblo entero. Tampoco, que se suicidó.

Las historias que desfilan sobre el escape de Hitler a Argentina quizá las podamos rastrear en las palabras que en su día promulgó Stalin que no se creía que estuviera muerto su enemigo:

En el libro del ex secretario de estado, Jimmy Byrnes, “Hablando francamente”, dice al respecto:

“ Se acercó a mi e hizo tintinear su copa de licor con la mía amistosamente, yo le dije: ¨ Mariscal Stalin ¿Cuál es su teoría sobre la muerte de Hitler? ¨ Stalin respondió: ¨ No está muerto. Escapó o bien a España o a Argentina ¨.

Hitler y Stalin

En todo esto resulta de suma importancia lo que nos refiere Lew Besymenski (ex agente del GRU, el servicio de Inteligencia Militar de Stalin) en su libro “La muerte de Hitler” :

Berlín, ejercito de campaña. 5 de mayo de 1945. Yo, el teniente de la guardia Pannasow, Alexej Alexandrowitsch, y los soldados Tschurakow , Ivan Dimitriyevitsch (...) hemos encontrado y puesto en lugar seguro dos cadáveres quemados . El hallazgo ha tenido lugar en la cancillería del Reich de Hitler, junto al lugar donde fueron descubiertos los cadáveres de Goebbels y su mujer, no lejos del refugio antiaéreo privado de Hitler. Los restos eran de un hombre y una mujer. Los cuerpos estaban semi consumidos por el fuego y resulta de todo punto imposible su identificación sin datos complementarios. Los cadáveres estaban en el embudo de una bomba, a unos tres metros de la entrada del refugio antiaéreo privado de Hitler, y cubiertos ligeramente con tierra. Los cadáveres han sido conservados por la sección de contraespionaje militar Smersch, del 79 cuerpo de protección...


Es decir: de un hombre y una mujer. Según marca el estilo funerario Hindú. Además, en 1972, el Dr Reinard Soggnais estudió un fragmento de la mandíbula inferior del cadáver de Hitler. Y su conclusión fue que pertenecía al führer sin lugar a dudas. Así lo señalaban los registros dentales en poder del aliado.

Supuesta dentadura de Hitler

Por si hiciera falta más, hace poco se reveló el hallazgo en el museo de Moscú del cráneo de Hitler con una perforación de bala.

Supuesto craneo de Hitler

¿Y las fotos? Pues de las fotos sí dudo, pues era intención del líber de Alemania no quedar como un trofeo para la posteridad. Por eso usó los bidones con gasolina para quemarse junto a su reciente esposa. De modo que es posible que en ese caso las fotos no sean reales ya que el rostro se conserva en perfecto estado sin presentar ni un mínimo de chamuscamiento.

Foto de la controversia ¿Es Hitler?

Publicaciones de su muerte en diarios alemanes.

Pero es persuasiva la idea de un escape. Y mucho más luego de leer “Operación Patagonia: Hitler murió en Argentina” de Jeff kristenssen que retrata en forma novelada, pero documentada, los últimos días del führer en la soledad de ignotos bosques nevados en la provincia argentina de Santa Cruz, cerca del límite con chile.

Y es que las colonias alemanas establecidas en la Patagonia, las cartas, los rumores, llevan a pensar en otro final para el líder nazi.

Y sobre los submarinos…

En Le Fígaro, diario parisino, Allan Pujol del servicio secreto francés afirmaba que habían atracado en las costas argentinas, en las noches del 28 y 29 de julio de 1945 submarinos con una elocuente inscripción: “Geheime Reichs Sage”, es decir, “Secreto de Estado”.





Y de ahí muchos se aferraron con uñas y dientes para elucubrar toda una serie de conspiraciones cada cual más inverosímil que la otra. Que en los submarinos venía tecnología secreta (sí, esa que dos años más tarde, en 1947, sería popular por Kenneth Arnold ¿les suena platillo volador?). Que incluso venía Hitler en uno de ellos.

Pero no son más que especulaciones, sin pruebas.

De lo que si intentan presentar evidencias es del escape del Hitler. Y como he dicho antes, los cultores de la huida señalan una carta de Walter von Seiydlitz fechada el 20 de Junio de 1956.

La reproduzco ahora :

Estimado Sr. Boehme.
Estoy escribiendo esta carta después de recibir su correspondencia con las ultimas novedades de Argentina, estuve con el general Aschenbremner y ya me confirmó su viaje a Buenos Aires y desde allí a Córdoba para esa reunión con nuestro amado y recordado camarada Hitler (...)Hace pocos días recibí correspondencia con Bitzer y me dice que se acomodó muy bien en Bariloche y que esta muy emocionado por haberse encontrado con antiguos camaradas que pasaron por Estambul (todos hablan de lo linda que es la Patagonia del führer) ...

La carta de Hitler

Carta hitler

En efecto, quienes piensan que la carta es real imaginan a una Eva ya entrada en años y a un Hitler canoso sin su clásico bigotito deambulando a diestra y siniestra por Argentina.

La realidad es que no hay nada que indique de que la carta sea genuina. La forma de haberla encontrado, en un maletín percudido a manos de Alberto Aragón, residente de Río Negro, es harto sospechosa.

Si fuera una evidencia contundente podría analizarse por expertos para corroborar que autenticidad. Pero no lo fue. Sólo sirvió para llenar más espacio en los libros de los cultores del escape de Hitler. Esos que, disconformes con la historia, lo ven todo de otra manera más acorde con sus intereses.


CONCLUSION

Hitler murió en la Alemania en decadencia. Un disparo en su boca puso fin a sus días de tiranía y barbarie. Pero su legado, quizá más horrendo, pervive en las cientos de organizaciones que se nuclean en su nombre, llamadas neonazis. Ahí está realmente vivo Hitler. Y ahí es donde muchas personas que no saben qué hacer con sus vidas se agrupan.

El conspiracionismo que nutrió su leyenda ha sido siempre promulgado por la misma clase de personas: las que sin hallar un lugar en el mundo, con un hondo vacío existencial, buscan el reemplazo mágico de la vida en supuestos misterios que no han sido contados como corresponde.

Es la forma de seguir adelante que escogen y, por eso, veremos durante mucho tiempo desfilar las “pruebas” que estos cultores de la huida de Hitler tienen para enseñarnos.

Dejémoslos. El vacío debe llenarse siempre con algo. Aunque ese "algo" esté tan desprovisto como el vacío.




(1)La historia secreta de la historia”, pg 156. Decaux Alain
(2) August Kubizek . “Young Hitler –The Story of our Friendship”



Tags

Publicar un comentario

0Comentarios

Telegram del autor:@SJarre