La histeria del Duende de la Hornilla de Zaragoza

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Al principio son unas trepidantes carcajadas que comienzan en el rellano de una casa de la burguesía aragonesa.

Luego, un lamento profundo y desgarrador que se desliza suavemente por todos los recodos de la edificación, enclavada en el corazón de Zaragoza.

Pero la extrañeza viene cuando los vecinos se pasean por los rellanos y comprueban estupefactos que no hay nada ni nadie allí. Algo raro pasaba en esa casa de la capital maña.

Esto ocurrió el 19 de noviembre de 1934.

Había empezado el famoso caso del Duende de la Hornilla. Un suceso con carácter paranormal que mantendría en vilo a una entera población y que serviría para un capítulo de Enigmas Sin Resolver de Iker Jiménez.


LOS INVOLUCRADOS



Voy a relatar la historia contada por Iker en su libro y todo  lo que salió en los periódicos de la época. Para mayor información consulte el libro del periodista de lo insólito.

Intervinieron agentes de policías, guardias de asalto a las órdenes del comisario jefe de vigilancia de Zaragoza Sr. Pérez de Soto; el gobernador civil, Sr. Otero Mirelis ; el juez de instrucción numero 2, Sr. Pablo de Pablos ;el juez municipal del distrito nº 3, Sr. Luis Fernando; el psiquiatra Dr. J. Gimeno Riera; e incluso predisposición del juzgado numero 2, los médicos forenses Dr. Jaime Penella Murt y Dr. Manuel Rost Mateo.

En total un séquito de autoridades que metieron mano – o se nos dice que lo hicieron- en el asunto y comprobaron atónitas que algo, o alguien, profería desde una hornilla una cavernosa voz, casi gutural, que incluso les llego a hablar.

Revolviendo los archivos con los que contaba encontré algunas imágenes de lo sucedido, cual una más elocuente que la otra.

Era la primera vez que un acontecimiento de esta magnitud tenía ocupado a tantos agentes y jueces y a tantos profesionales, intentando esclarecer el difuso motivo de los fenómenos.

La sociedad se había convulsionado, la gente salía a la calle presa de un miedo supersticioso.


EL INICIO



Fue a las seis y cuarenta y cinco de la mañana del 20 de noviembre de 1934 que la criada Pascuala Alcocer (16 años), de aspecto tímido, delgada y pálida, al colocar un varilla de hierro para remover las brasas alojadas en el interior de la hornilla oyó, junto a Isabel, la inquilina del segundo derecha, una prorrupción que decía “Ay”, seguida de “María ven”.

Asustadas, las dos mujeres salieron del inmueble presas de una angustia difícil de explicar.

Sus rostros eran el miedo en persona. Al poco tiempo se apersonaron los guardias de asalto para verificar la denuncia realizada por los inquilinos.

Como mencioné, era la primera vez en el país que intervenía directamente la policía en un fenómeno en apariencia paranormal.

Y los policías quedaron estupefactos. Al remover las brasas de la hornilla, nuevamente, una voz siniestra, masculina, retumbó por las paredes del recinto:

“¡ Ay, ay, que me haces daño !”. Los policías soltaron de inmediato la varilla de hierro y se echaron atrás.

Había que actuar con prudencia, no querían alarmar a la población con lo que pasaba. Pero fue en vano. No pasó mucho para que los vecinos y la gente se fuera arracimando a la casa de Gascón de Gotor.

Y no era para menos.

La noticia de que un Duende vivía en la hornilla de la dependencia fue reproducida por todos los rotativos españoles, día tras día, con infaltable detalle de la situación.

El enigma empezaba a colarse en el inconsciente de las personas como una humedad molesta. Poco a poco la histeria se instalaba en los ciudadanos que, presas del pánico, empezaban a mudarse o, cuando menos, estar lo suficientemente alejados de la casa de Gascón de Gotor. Pero no todos. La mayoría quería estar bien cerca.

En la edición de The Times británico, el periódico más influyente del mundo, rezaba la siguiente nota:

“ Un irónico “Duende” que habla por la campana de una chimenea, tiene sobresaltados estos días a los habitantes de Zaragoza, los cuales se afanan en dar con la pista de la misteriosa voz. Un arquitecto y varios obreros han sido requeridos para trabajar sobre el terreno: han removido todo el piso, e incluso han levantado el tejado, pero los trabajos han sido totalmente infructuosos. La policía trabaja activamente. No se ha podido impedir que de los grupos estacionados frente a la casa se destacasen varias personas y se lanzaran al techo presas de gran alteración nerviosa, para buscar al “duende”. La policía se ha visto obligada a desalojar varias veces la puerta de la casa”




EL LUGAR DE AUTOS

Ahora vemos que se alza una moderna construcción en el lugar donde habían acontecido estos fenómenos, un edificio de mote “Duende” –en letras doradas- en honor al caso más misterioso que la ciudad del Ebro tuviera noticia.

Con las fotos de la casa de aquella época, me imaginé cómo transcurrió todo en aquellos días agitados.

Pude ver cómo la policía armada irrumpía al domicilio, los arquitectos chequeando las posibles “fuentes” de la cavernosa voz, incluso los guardias cortando las antenas, cables telefónicos y cavando un foso alrededor del edificio para ver si había algún cable enterrado.

Todo un despliegue que resultaría estéril, ya que la voz no habría de cesar porque se había colado en la mente de las personas como una creencia más.

LA RESPONSABLE Y LA EXPLICACION AL FENOMENO

Partamos del hecho de que el caso es ridículo por donde se lo mire. Que los policías y todo un personal se despliegue en un edificio por las denuncias de una voz gutural de un duende es de todo punto insostenible.

O tenían excesos de recursos, o excesos de creencias. Yo creo que la psicosis desatada, donde se congregaba la gente deseosa de ver aquello, hizo intervenir finalmente a la policía para sosegar un poco el bullicio del barrio.

Como sea, el caso me recordó a las hermanas Fox y el espiritismo. Me parece sostenible que Pascuala Alcocer haya sido la bromista que desencadenó la histeria colectiva por el duende de la hornilla.

Y, en efecto, en la rúbrica del caso, cuyo sello fue aprobado por el juez basándose en el informe del doctor Gimero Riera, la muchacha era la responsable.


CONCLUSION



El caso del duende de la hornilla me agrada por dos motivos. Porque muestra la psicosis que puede desencadenar engañar a la gente deseosa de superstición, y porque revela cuán necesitados estamos de lo mágico.

Aquella enorme multitud congregada, histérica, expectante, no hacía otra cosa que sumarse a la idea del engaño. Sin saberlo, proliferaba la leyenda, guardaba en el inconsciente el mito.

Hoy se hace difícil saber la verdad sobre el caso. Sí fue en efecto la criada Pascuala Alcocer, o alguna otra persona. Lo que sí sabemos es que hay antecedentes, con las hermanas Fox, y que cuando suceden fenómenos en apariencia sin explicación, enseguida se reúnen los devotos de los mismos. Es su oportunidad para salir del closet.

Así, por una vez, se sienten acompañados y hasta contenidos en sus creencias en lo inexplicable.


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