Los personajes crueles de la historia y su manía de Dios y Sangre

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Era una orgía. Había mujeres desnudas montadas encima del zar ruso. Una se dejaba lamer sus partes, otra jugaba con el miembro de aquel hombre. Pero fue una que estaba algo lejos de la escena la que se acercó y , con el sexo completamente húmedo, se sentó encima del zar ruso.

El sarmentoso miembro del zar ruso se inflamó de sangre al penetrar a la chica. Sus ojos se volvieron alucinados, casi en blanco, cuando sintió cómo la mujer se sacudía con pericia y dedicación, moviendo sus caderas de manera acompasada.

Pero el zar no sabía que estaba montando la muerte. Y que la muerte lo montaba a él. Aquella mujer era diferente del resto. Lo iba a sentenciar. Haría que su crueldad innata, adquirida desde niño cuando lanzaba perros desde su castillo, se exacerbara.

¿Y cómo saber que la enfermedad que le estaba inoculando iba a precisar de un medicamento que hasta dentro de varios siglos no se descubriría y que, su sucedáneo en aquellos tiempos, iba a ser otro que haría brotar la mayor de las locuras en el zar ruso?.

LA HISTORIA DEL ZAR RUSO

Esta es la historia del zar ruso conocido como Iván “El terrible”. En 1547 se había casado con Anastasia Romanova. Vivieron muchos años felices. Pero ella murió. Y a raíz de su intensa soledad, que la detestaba, decidió buscar mujeres y fomentar las orgías. Su crueldad se había manifestado desde siempre; sólo el matrimonio la había eclipsado un poco.

Eternamente desconfiado, cualquiera que lo mirase mal era muerto en el acto. Dudaba de todos. Y en su paranoia pensaba que intentaban destronarlo en todo momento.

Me interesó la vida de este personaje por tres motivos: primero porque tenía un paralelo con Calígula, en cuanto a crueldad, que lo hacía muy semejante. Segundo: que fue a través de la pérdida paulatina de la inocencia y del amor que Iván El terrible, así como Calígula, se convirtieron en autócratas sin piedad. Tercero: tanto Iván como Calígula eran excesivamente religiosos.

En el caso de Iván, llegaba a fomentar maitines a la madrugada para orar. Sin embargo, luego empalaba, descuartizaba, y violaba pueblos enteros sin un ápice de piedad. ¿Encontraría en las escrituras su justificación?.

Calígula, por otro lado, mandaba a armar esculturas de su rostro y decía que era divino. Se autoproclamaba un dios. Luego, también, si alguien lo miraba mal o no le caía simpático lo mandaba a matar. Sus orgías, como las de Iván, eran populares en toda Roma. Incluso llegó a prostituir a las hijas y esposas de ministros importantes.

EL FIN DE LA CRUELDAD

Pero la muerte les llegó igual que a todos. Y quizá allí exista una diferencia entre ambos personajes crueles de la historia.

Iván “El terrible” fue infectado con sífilis por aquella prostituta con la que comencé este relato, mientras que Calígula, Pequeña Bota, fue asesinado en una conspiración en su contra (una de las que tanto imaginó y finalmente se concretó).

Iván llegó a masacrar entre 20 a 60 mil personas de aldeas y pueblos con su séquito de la muerte. Y su mayor estallido de crueldad se debió a que, para sanar su enfermedad, empleaba el método del mercurio, conocido por entonces como la única forma eficaz de mitigar el mal que lo corroía.




Pero el mercurio tiene, entre sus peligros, que conduce a la persona que lo consume a accesos de ira y de depresión; estados que tanto caracterizaron a Iván. En otras palabras, su fisiología, así como sus crímenes, llegaron a depender de un metal líquido. ¿Se habrían evitado tantas carnicerías si hubiera habido una medicina eficaz para sus males?.

Lo dudo. Calígula es un ejemplo de que sin o con mercurio la gente llega a extremos de crueldad por propia vocación: fascinación, capricho, o tedio de la vida. Son llamaradas que queman las páginas de la historia. Y son, como muchos que hemos visto, víctimas de sus creencias.

Ellos y, lamentablemente, quienes se interpusieron en sus caminos.



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