El autor de la masacre de Denver

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Tiene cara de tímido. Aspecto de Yo no fui. La cara de bobo terrible de quien hizo algo imperdonable y ahora debe de enfrentar las consecuencias de sus actos. Seguro le den pena de muerte. Si no se la dan deben quitarla del estado. El caso tiene todo lo necesario para que le pasen esa sentencia.

Pero ahora fijémonos en su rostro. ¿Hay algo deducible que nos indique de lo que es capaz? Nada. Al contrario. Vemos arrugas en su frente, congestionadas, que nos desvelan algún tipo de sufrimiento, una angustia consumiéndolo por dentro, pero no la clase de arrugas que se esperaría encontrar en una persona intoxicada por la vida. Lo que se percibe es algo parecido a la tristeza. ¿Tendrá ahora un recargo de conciencia ?. No lo sabemos.

Pero sabemos que ha planeado todo muy bien. Y en sus planes, seguramente, habrá estado contenido que fuera capturado y sentenciado. No debe sorprenderle. Y sin embargo, su rostro de niño cuajado de vergüenza y miedo nos habla de un depredador que está viviendo algo que no estaba en sus cálculos (¿o sí?), además, aquel rostro nos habla de alguien que puede pasar desapercibido en cualquier lado y nadie podría desconfiar de su presencia. Es un niño inmaduro que se creyó un antihéroe, tan ensalzados en la cultura americana (a igual que los superhéroes). Es una víctima más del narcisismo descarado.



Nota actualizada: 
 
Al parecer, alguna opiniones se enfocan en que Holmes en realidad está fingiendo su comportamiento, sus expresiones de pena y de angustia serían el reflejo de un elaborado plan. En realidad, intentando simular una demencia que no tiene, y que , según investigaciones, había estado estudiando este tipo de conductas en su carrera de neurociencia. Quizá para que le bajen la condena o se salve de la pena de muerte.

¿Y la razón de los asesinatos? La búsqueda de la inmortalidad,
según el psiquiatra forense Michael Welner.

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