La prostitución en Europa y su llegada a Buenos Aires

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A menudo se habla de la trata de blancas y pocos saben su origen en nuestro país, Argentina, y el resto del mundo.
Se habla de prostitutas, y hay en la palabra Puta una segregación implícita por un pasado también desconocido pero que traemos a nuestros días por tabú.

La idea con este informe es intentar comprender la causa de la trata de personas, la proliferación del oficio más antiguo de los historia (en el siglo V a.C las prostitutas, conocidas como Pornai en Grecia, ayudaban con sus oficios a que las arcas del pueblo crecieran, muchos monumentos se erigieron gracias a sus servicios y los impuestos derivados de ello)

Veamos un poco cómo ha sido la historia de la prostitución desde el Medioevo hasta nuestros días.



LA PROSTITUCION EN LA EDAD MEDIA


Tuvieron diversos nombres. Buscona. Dama de medio manto. Soldadera. Amafia. Bagasa. Bordelera. Mujer errada. Pendenga. Cantonera. Rabiza. Moza del partido. Y simplemente Puta.

En la edad media las conocían por todos estos nombres a las prostitutas. En cada caso un nombre revelaba una particularidad de la profesión: las que trabajaban en burdeles, con soldados, en la calle, en las tabernas, en los baños públicos, etc.

Pero el peor escarnio venía de los poetas que se burlaban de ellas con todo tipo de alusiones. Cuando se trataba de una prostituta de edad avanzada su crueldad era infinita.

Por ejemplo, Pedro García Burgalés llama Velha, es decir, vieja, a María Negra, una soldadera de edad avanzada.



Lejos de lo que suponen muchos, la vida de estas mujeres no era nada fácil. Expuestas a la brutalidad de los hombres del Medioevo, indefensas ante las enfermedades venéreas, debían protegerse en todo momento de la muerte rondándoles cerca.

En los burdeles debían pagarse la comida y el alquiler de su habitáculo para el sexo (además de otros impuestos, por ejemplo, cada semana venía un médico para constatar que las enfermedades no se propagaran).

Pero los burdeles no estaban a la vista de toda la gente. Generalmente los colocaban extramuros de la ciudad, o apiñados y con tapias de adobe para que la gente no los percibiera.

Las mujeres, además, debían vestir una ropa que las diferenciara de las demás: colores azafranados, mantillas cortas, faldas amarillas o de color púrpura. Y claro, en la cabeza, un llamativo adorno confeccionado con cintas de colores rojizos.
Si no cumplían con alguno de estos requisitos podían sufrir una condena y pasar una temporada en prisión.

Y si se decidían a pasearse por las ciudades, aunque fuera pleno invierno y tuvieran que abrigarse, sólo podían hacerlo con una toalla cubriéndolas. Tenían prohibido el abrigo. Tal es la hipocresía de aquellos tiempos, impuesta por los propios hombres que luego las frecuentaban:

Por ejemplo, en Valencia, España, en 1383 un decreto oficial refería:

Ninguna hembra pecadora pública goce en presumir andar por la ciudad, abrigada con manto, mantilla o algún otro abrigo, sino solamente con una toalla a manera de abrigo…Asimismo, que ninguna hembra goce o presuma vestir o portar alguna vestidura orlada, armiño, con perlas, o de seda


Pero pese a la discriminación que sufrían, los Reyes vivían de la prostitución. Los impuestos que cobraban a cada “buscona”, desde el reinado de Enrique III, los beneficiaban.

Esto, sin contar que construir casas de cita para este oficio reportó muchos beneficios y pudo controlar el salvajismo de miles de hombres sedientos de sexo.

En efecto, no sólo eran víctimas de los alcahuetes de turno(los antiguos proxenetas) sino de los propios gobernantes.

Y lo pero era que la mayoría debían prostituirse porque otra alternativa no le quedaba. Sin un cabeza de familia masculino, sin maridos, estaban en completa indefensión. Otras, eran violadas: lo que ocasionaban que se las repudiara y nadie quisiera darles otro oficio que la prostitución.


LA PROSTITUCION EN EL RIO DE LA PLATA



El tiempo pasa. Y uno pensaría que al hacerlo los seres humanos, con 2000 años de evolución espiritual (pongo la fecha por el Cristo en el que creen muchos) debería haber cambiado algo. Pero no. Los instintos prevalecen. Somos de origen animal. Y por tanto, modificar nuestro comportamiento no es cosa de dioses sino de mamíferos.

Por eso la prostitución, como era de esperar, siguió proliferando por todo el planeta.

Eran 12. A bordo del barco que traía al fundador de Buenos Aires, este es, Pedro del Mendoza, venían 12 prostitutas dispuestas a iniciar sus labores en aquel nuevo continente. Y así como ellas venían, también venía a bordo de la sangre de Pedro de Mendoza la sífilis.

Ya en 1820 había cerca de 6000 lupanares o pulperías (como se las llamaba a las casa de putas, más por despistar que por eufemismo) Y a partir de la Revolución de Mayo las prostitutas salieron de las pulperías para hacer la calle.

En efecto, empiezan a dejarse ver por las calles empedradas de Buenos Aires a la hora del crepúsculo. Frecuentan tabernas. Los cafés. Las fondas. Y cualquier paisano puede caer en sus redes de seducción. A veces, desde las puertas de conventillos, se las ven de pie, provocadoras, los ojos fijos en el hombre que pasa frente a ellas.

Pero todavía a las prostitutas se las solían culpar de todos los males de la sociedad. La vieja creencia del Medioevo no se había eliminado por completo. Por eso, ellas cargaban con las culpas por alteración del orden, el alcoholismo, la proliferación de bebés recién nacidos dejados en las puertas de las iglesias, etc.

Tal vez por ello, en 1813, y ante la vista despavorida de muchos transeúntes, colgaron de sus cuellos a algunas prostitutas hasta que fallecieron asfixiadas.
Pero la prostitución siguió proliferando y, con ella, la trata de blancas por la tremenda inmigración de jóvenes extranjeros.

Ahora imaginemos Buenos Aires en aquellos días: un nido de lenguas. Muchos hombres más que mujeres buscando un destino.

Y dada la enorme demanda sexual por parte de ellos, debieron traer mujeres de Europa.

Pero las mujeres que traían no eran meretrices, sino, mujeres pobres de aldeas marginadas que eran arrancadas del seno de familias humildes. Se las engañaba con falsas promesas. Y las embarcaban a Buenos Aires.

De Marsella rumbo a Montevideo. Y de Uruguay a Buenos Aires donde no había control de ninguna clase.

En 1860 se abrió el famoso lupanar de Cerrito 123, regentado por Adolph Weismann y Jacob Honig. Y, al poco, proliferaron otros más, llenando la calle Esmeralda con burdeles, también Tribunales, Tucumán, Libertad, y la avenida Corrientes.

Los burdeles siempre tuvieron fama de lugares sórdidos, violentos y mafiosos. Debido a los ruidos molestos, las quejas, las peleas, los gritos histéricos de clientes disconformes o alcoholizados, los heridos inevitables, la policía ponía cartas en el asunto.

Pero así como se clausuraban volvían a abrirse al poco tiempo.

Recién en 1937 se sancionó la ley 12.331 y todos los lupanares fueron oficialmente clausurados. Pero como todos sabemos - aunque ahora se sancioné el rubro 59 de Clarín, y diversos website de autopromoción de prostitutas nos revelen – realmente esto no sucedió.

Y la trata de blancas, así como las enfermedades venéreas, están al orden del día.









Fuentes:
Pecar como Dios manda: Historía Sexual de los Argentinos - Federico Andahazi
Argentina con pecado concebida - Federico Andahazi
Mujeres Públicas, mujeres secretas: la prostitución y su mundo, siglo XIII-XVII
Ángel Luis Molina Molina.
Artículo de Pilar Cabanes (Historia), National Geographic, Historia.
Fotos: Foto de Joan Colom, National Geographic,Fernell Franco, Horacio Coppola.

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