Los abusos sexuales empezaron entre 1984 y 1992. Chicos, de 12 a 14 años, eran sometidos por el sacerdote Justo José Ilarraz. Otro más, de los muchos, en la lista de tórridos pedófilos.
Estanislao Karlic, arzobispo, recomendó a las víctimas que “rezaran mucho“. Y claro, comenzó el Juicio Diocesano al abusador. Finalizado el mismo, Ilarraz fue trasladado a la parroquia de San Cayetano (¿no debería ser a la cárcel?), y luego al mismísimo Vaticano donde se dio el lujo de escribir un trabajo titulado: “Los niños: nuevos misioneros para nuevos tiempos”.
No es broma. Aquel fue el “castigo” que le impusieron al sacerdote. Regresa de Roma a fines de 1994 y a toda réplica decía que volvió curado del Vaticano.
Ayer el Arzobispado de Paraná emitió un comunicado que, por un lado lamenta el “inmenso dolor por faltas gravísimas” cometidas por uno de los suyos. Y por otro, criticó lo sucedido aludiendo que hubo “afirmaciones ciertas, inexactitudes y falsedades”.
Creo yo, basta un solo niño ultrajado por estos autodenominados Representantes de Dios en la Tierra para que la ambigüedad del Arzobispado se acabe, y se avergüence de sus dichos. Pero no.
Justo José Ilarraz debería estar en una penitenciaria. Pero en cambio, fue al Vaticano, escribió un libro, y volvió sanado. Esta es la clase de personas que le damos poder cuando concurrimos a sus parroquias a rezar a un Dios quimérico. Rezamos a un Ser que se supone es omnisapiente, ¿no hay algo paradójico entonces en hacerlo?. Si sabe teoricamente nuestros pensamientos, ¿para qué rezamos?
Desgraciadamente el diezmo en estos tiempos es la carne de nuestros niños.
Estanislao Karlic, arzobispo, recomendó a las víctimas que “rezaran mucho“. Y claro, comenzó el Juicio Diocesano al abusador. Finalizado el mismo, Ilarraz fue trasladado a la parroquia de San Cayetano (¿no debería ser a la cárcel?), y luego al mismísimo Vaticano donde se dio el lujo de escribir un trabajo titulado: “Los niños: nuevos misioneros para nuevos tiempos”.
No es broma. Aquel fue el “castigo” que le impusieron al sacerdote. Regresa de Roma a fines de 1994 y a toda réplica decía que volvió curado del Vaticano.
Ayer el Arzobispado de Paraná emitió un comunicado que, por un lado lamenta el “inmenso dolor por faltas gravísimas” cometidas por uno de los suyos. Y por otro, criticó lo sucedido aludiendo que hubo “afirmaciones ciertas, inexactitudes y falsedades”.
Creo yo, basta un solo niño ultrajado por estos autodenominados Representantes de Dios en la Tierra para que la ambigüedad del Arzobispado se acabe, y se avergüence de sus dichos. Pero no.
Justo José Ilarraz debería estar en una penitenciaria. Pero en cambio, fue al Vaticano, escribió un libro, y volvió sanado. Esta es la clase de personas que le damos poder cuando concurrimos a sus parroquias a rezar a un Dios quimérico. Rezamos a un Ser que se supone es omnisapiente, ¿no hay algo paradójico entonces en hacerlo?. Si sabe teoricamente nuestros pensamientos, ¿para qué rezamos?
Desgraciadamente el diezmo en estos tiempos es la carne de nuestros niños.