La misteriosa enfermedad de Darwin

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Los constantes ataques... hacen de la vida una molestia constante y paralizan todo el trabajo”, afirmó Darwin tiempo atrás.

Y no fue para menos. Si habría que añadirle un pesar más a la existencia que saberse huérfano en el universo, sin un dios como Creador de la especie humana, sus dolencias, su misteriosa enfermedad, le habría añadido más incomodidad al vivir.

¿Que cosa es más poderosa que una enfermedad para darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad como humanos?.

Sólo en los momentos de sufrimiento intenso es que nos damos cuenta de nuestra mortalidad y , por ende, empezamos a querer creer en dioses, religiones, gurúes, y lo que sea nos dé consuelo.

Dejamos de pensar que somos inmortales en esos delicados momentos. Porque mientras tanto vamos por el mundo constantemente desafiando nuestra mortalidad.
 
Sentir nuestra transitoriedad no es algo que nos alegre ni mucho menos. Al contrario, ofrece una incomodidad tan vasta que puede llevarnos a la desesperación. Por eso, negar es un derecho del ser humano, me refiero a negar  la muerte. De todas las especies, es  la única que sabe que va a morir.

Darwin consultó médicos, especialistas, intentando averiguar qué era lo que le causaba su pesar. Sin embargo, la ciencia de su época no pudo darle una respuesta.

Y continuó con sus vómitos después de cada comida, sus reposos prolongados, sus dolores en el cuerpo que le imposibilitaban estarse de pie.

Le diagnosticaron desde esquizofrenia hasta intolerancia a la lactosa. Pero fue recién en la actualidad que el gastroenterólogo de la Universidad de Thomas Jefferson, Sidney Cohen, llegó a un dictamen eficaz: Darwin tenía mal de Chagas.

Tras analizar sus cartas donde referenciaba su salud, más diversas fuentes de información, Cohen concluyó que en algún momento de su viaje a bordo del HMS Beagle, recorriendo zonas tropicales donde esta enfermedad parasitaria es proclive, debió ser infectado.

Esto explicaría sus problemas cardíacos y muchas de sus dolencias. También, el especialista añadió que Darwin podría haber sufrido una infección por Helicobacter pylori, una bacteria estomacal que causa úlcera péptica y que suele estar asociada con la enfermedad de Chagas.

Los artrópodos que tanto amaba no demostraron el mismo cariño con el naturalista.



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