Entrevista al vampiro de Paris

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Que digan que son, es una cosa. Qué existan, otra bien distinta. Y sin embargo allí están. Como resabios. Como leyendas. Como mitos. Ocupando algunas páginas de la Biblia. Convirtiéndose en novelas. E incluso en documentales de NatGeo. 

¿De qué hablo? De los ríos de tinta y de sangre que ha corrido a lo largo de los siglos relacionados con los vampiros. ¿Existen? ¿Están entre nosotros?. Vampiros humanos, ¿son reales?. Me temo que no. Que lo único real es aquel ansia humana por lo mórbido, lo desconocido, en un maridaje de esoterismo, metafísica, satanismo, y claro, el líquido vital de la vida, la sangre. 

De entre ellos, rescato esta sorprendente entrevista. No sólo es una muestra de la falta de empatía de un individuo fascinado con la sangre y los asesinos en serie, sino demuestra cuánto falla el sistema legal parisino donde un hombre puede matar a otro por simple deseo, y luego, recibir la libertad en menos de 8 años. 

Esta es la entrevista que ahora traduzco para ustedes, y que el autor del libro “VAMPIROS. Cuando la realidad supera la ficción” Laurent Courau, nos describe en su documental y en su libro. 

Pero antes, pongamos en antecedentes al lector de quien hablamos. 


EL CASO DEL VAMPIRO DE PARIS 



Nicolás C, el famoso vampiro de París, fue detenido un 15 de noviembre de 1994. La investigación rondaba sobre el asesinato de un hombre en su propio domicilio. 

“Cuando me llevaron a los locales de la brigada criminal para interrogarme, no sabía que los investigadores estaban registrando mi apartamento de la calle Coustou y que ya habían enviado al laboratorio para realizar pruebas de balística el revólver del calibre 22 que tenía escondido bajo la cama”, recuerda Nicólas, quien por entonces tenía 22 años. 

“Este descubrimiento no debió de sorprenderles demasiado, pero desde luego no estaban preparados para la decoración de mi apartamento. Del techo colgaban osamentas humanas como si fueran amuletos morbosos. En medio de una pared había una diana llena de impactos de bala, frente al cartel de Joe Coleman para la película Henry, retrato de un asesino. Las estanterías estaban repletas de vídeos de películas de terror y de porno SM. Había una pila de revistas de bondage tiradas por el suelo en un rincón del piso, junto a una mochila con esposas, instrumental quirúrgico y un rollo de cinta adhesiva. Sin olvidar las bolsas de sangre almacenadas en la nevera, que robé del hospital donde trabajaba”. 

Tras el juicio, celebrado 2 años y medio después, se le declaró culpable. Lo condenaron a 12 años de prisión. Pero salió, por buena conducta, en menos de 8 años. En la cárcel se inicia como pintor. Pinta durante horas. Desde luego, sus lienzos reflejan su pasión por la violencia, la muerte, el ser humano y los asesinos seriales. El entusiasmo que demuestra por los asesinos seriales, monstruos para una sociedad, agita a los legisladores. La prensa es quien le pone el mote: El vampiro de París. 

Sin embargo, Nicolás no se considera vampiro como las subculturas clandestinas de amantes de la sangre. 

 “Soy un satanista tradicional practicante. Mi espiritualidad se inscribe en una cultura europea muy alejada del satanismo estadounidense tipo LaVey. El enfoque norteamericano es sobre todo filosófico. Para ellos Satán es un símbolo de rebelión social, y Dios no existe. Mi fe está en las antípodas. Creo en la realidad espiritual de Satán y en la existencia de entes con los que es posible establecer pactos. Me considero un guerrero en la lucha que enfrenta el Orden y el Caos. Sigo un camino individual, y por eso me mantengo al margen de todos los cultos, órdenes y covens. Siento afinidad por determinadas escuelas de pensamiento satanista europeas, pero las jerarquías me horrorizan. Por consiguiente, soy un lobo solitario. De todas formas, las tres cuartas partes de la movida satanista actual son extremadamente mediocres” 

En su libro, True Vampires, el escritor Sondra London intercambia correos con Nicólas C. 

Y dice: 

“Nico C, no quiero parecer agresivo, pero me temo que tus actos delictivos no te convierten en un vampiro de verdad. Los verdaderos vampiros no matan a nadie, sino que beben la sangre de sus donantes (a los que no consideramos víctimas) y utilizan instrumentos apropiados, como jeringuillas para sacar la sangre y hojas de afeitar esterilizadas. Matándolos no, desde luego. Además, tu página puede levantar sospechas sobre los vampiros auténticos. El que busca información sobre los vampiros corre el riesgo de topar con tu página y pensar que todos los vampiros son asesinos como tú. Creo que das mala imagen de la nación vampírica. Como auténtico vampiro y miembro de un grupo local, creo que no eres un vampiro, sino un asesino enfermo y necrófilo. No quiero decir que en eso hay nada malo. No me molesta la idea de matar, pero no lo he hecho y no creo que lo vaya a hacer nunca. Me parece insultante que te definas como vampiro. Me da cierto miedo que puedas tomarte todo esto a mal. Cordialmente, y con mis mejores deseos para el futuro. Arnold” 

ENTREVISTA CON UN VAMPIRO HUMANO REAL 



Para empezar esta entrevista hablaremos de tu pintura. 

- Te defines como pintor macabro. ¿Qué entiendes por “pintura macabra”?. 

– Es una pintura que fascina y que repugna. Siempre me ha fascinado lo macabro, las historias de vampiros y de hombres lobos. Al llegar a la adolescencia, esa fascinación se centró en la muerte física, que acabó convirtiéndose en algo realmente morboso. Proyecto en el lienzo mis fantasías más enfermizas. Pinto carne desgarrada, cuerpos mutilados y asesinos en serie. En resumen, no pinto florecitas y lindas casitas en la pradera.. 

 – ¿Cómo pasaste de las fantasías de tu infancia y tu adolescencia al mundo real?. 

– Siempre soñé con trabajar en algo que me acercase a los fúnebre. Durante una época quise ser cirujano, pero me di cuenta de que me harían falta muchos años antes de poder hacer algo interesante en ese campo. Como no quería esperar, preferí algo más inmediato, y trabajé en una funeraria. Pero no hubo ningún desencadenante espiritual. Siempre quise pasar a la acción y dejar de vivir en un mundo de fantasía. Tenía doce años cuando detuvieron a Issey Sagawa, el caníbal japonés que mató a una estudiante holandesa y la cortó en pedazos para comerse algunas partes de su cuerpo. Después se deshizo de los restos en el Bois de Boulogne. París Match publicó las imágenes del cuerpo mutilado de la víctima. Me fascinaron. Siempre he tenido una relación bastante sensual con la carne. Siempre me ha gustado masticar y morder. Me gusta morder cuando tengo relaciones sexuales. 

 – ¿Cuándo viste por primera vez un cuerpo muerto?. 

 – El primer cadáver que vi fue el de mi abuelo. Murió cuando yo tenía doce años. Asistimos al velatorio. Me fascinó. El cuerpo no se parecía en nada a mi abuelo en vida. Tenía los ojos hundidos, las mejillas más ahuecadas y en la habitación había como un aura. Algunos años después empecé a ir a menudo a librerías médicas en las que hojeaba libros sobre disecciones y autopsias. Nunca he sentido repulsión ni por los cuerpos de los muertos ni por la carne en descomposición. Por la carne en estado de descomposición extrema, puede. Hubo una época en la que me metía en criptas y abría los ataúdes. Y a veces me encontraba con tipos macerándose en sus propios jugos. En esos casos sí podía haber momentos de repulsión, porque aquello era viscoso y desagradable. El olor era inmundo. Sin embargo, los cadáveres frescos siempre me han parecido bonitos, sin que exista por eso una atracción sexual. Es algo más estético, que intento transmitir con mi arte: las livideces post mórtem, el aspecto estático de los cuerpos, la expresión de las caras. Ofrecen una paleta de colores interesantes. En general son venas reventadas, sangre focalizada en determinados puntos de presión. Cuando se tiende el cadáver sobre una mesa, la sangre se concentra en torno a los omóplatos y las caderas, y eso forma grandes manchas de color que contrastan con el resto del cadáver. 

 – En cambio, no creo que te definas como necrófilo… 

 – Durante el juicio se llegó a la conclusión de que yo era necrófilo pasivo, es decir, no activo, porque no había atracción sexual por el cadáver. Yo diría más bien que se trata de una necromanía, o sea, una obsesión por lo mortuorio, que puede convertirse en necrofilia cuando hay acto sexual. Pero no es mi caso. Lo que me interesa es más bien el ambiente, la atmósfera y las sensaciones. Y luego está el lado místico. 

– ¿El lado místico? ¿Es decir?. 

– En un principio aspiraba a tener contacto físico con cadáveres. Había también un aspecto ritual, una forma primitiva de nigromancia. No ritualizaba tanto las cosas como ahora cuando practico magia negra. Era algo bastante primitivo, como invocar los espíritus de los muertos. Y por otro lado estaba fascinado por lo que iba a descubrir dentro de un ataúd. Soñaba a menudo con profanar sepulturas. En aquellas sueños sobrevolaba un cementerio hasta que una tumba me atraía. La abría y dentro dejaba algo que destruiría el mundo. Quizá se tratara sobre todo de la idea de romper un tabú y cometer un acto de destrucción. 

 – ¿Qué sentías durante esos rituales de nigromancia? 

 – Jamás hablé directamente con los cadáveres. Nunca me hablaron, pero tuve sensaciones, presencias que se manifestaron a mi alrededor. Descensos de temperatura, la sensación de que me cogían por la garganta, como si aumentase la presión en el aire. Durante los rituales de iniciación se producen a menudo ese tipo de sensaciones. 

 – ¿ No tuviste miedo? ¿Por qué no saliste corriendo?. 

– Tuve miedo las primeras veces. Al acostarme por las noches temía no volver a despertar. Tenía miedo de ser poseído por espíritus. Pero conseguí deshacerme de esos miedos y me sumergí totalmente en la mística de la muerte. 

– Háblanos del juicio. ¿Por qué mataste?. 

– Siempre había querido matar, ver qué se sentía al apropiarse de un alma. Como satanista tradicional, entraba dentro de mi espiritualidad. También tenía la idea de apartarme de mi condición humana y formar parte de algo diferente. Era un viaje puramente espiritual. Lo que hice fue un equivalente moderno del pacto fáustico. He servido y sigo sirviendo al diablo. He pagado un precio, mi juventud, y a cambio tengo otras ventajas. Pero más tarde habrá que pagar un segundo precio, esta vez espiritual. Ahora bien ¿será positivo o negativo? Para mí será positivo. Desde un punto de vista cristiano, será sin lugar a dudas la condenación eterna. Y arderé en el infierno. Pero creo que hay más gente interesante allí que en el paraíso. 

– ¿Te motivó en aquella época la necesidad de demostrar que existías o de dejar huella?. 

– No me interesaban las consecuencias de mi acto. Lo hice por impulso, de forma espontánea. No pensé en lo que hacía, fue totalmente pulsional. No reflexioné sobre mis actos hasta mucho más tarde, cuando me di cuenta de que había alcanzado un estatus especial. En el fondo era sobre todo una pulsión, la satisfacción de un deseo. 

 – ¿Cómo defines ese satanismo tradicional (del que hablas)?. 

– El satanismo tradicional es el equivalente europeo del palo mayombe de la santería y del culto de la diosa Kali en la India. Es un culto de destrucción y de muerte, un culto del depredador, que el cristianismo ha ocultado durante siglos. Consiste en volver al estado animal y glorificar ese estado que todos llevamos dentro, aunque seguramente esté mucho más arraigado en mí que en el individuo medio. Por eso creo en el dualismo. Creo en la existencia de un dios del bien y un dios del mal. Y yo sirvo al dios del mal. Veo el mundo como una lucha perpetua entre el orden y el caos. Creo que el mundo surgió del caos y que volverá a él. Todos los intentos humanos de ordenar las cosas dominando la naturaleza y controlando el entorno están condenados al fracaso. Contribuir a ese fracasos forma parte de mi naturaleza y de mi destino. 

– Háblanos de la red de personas con las que te carteabas ¿Cómo empezó?. 

 – Llevaba unos años en la cárcel cuando empezó. Ya me carteaba con coleccionista de arte criminal. Un día recibí una carta de Patrick Kearney, que había matado a unos treinta hombres en las autopistas de California, y en el que se había inspirado A la caza, la película de William Friedkin que protagonizó Al Pacino. Le apodaban el asesino de la bolsa de basura. En su carta, escrita en un francés impecable, me explicaba que había conseguido mi dirección por un conocido común. Quería hablar conmigo de las condiciones de la prisión preventiva en Francia e intercambiar información sobre los coleccionistas de obras de presos. Así empezó la cosa. Luego descubrí que había una red de asesinos en serie que se carteaba, de cárcel a cárcel, y que se intercambiaban direcciones. Mientras estuve en la cárcel me carteé con 25 o 26 asesinos en serie, en su mayoría estadounidenses, aunque también había ingleses, y con Issey Sagawa, al que ya habían puesto en libertad y estaba en Japón. 

– ¿Cómo es posible que estos asesinos pudieran enviarse cartas? ¿No hay censura?. 

 – Claro que la hay. Al salir de la cárcel, recuperé todas las cartas que me habían censurado durante la condena, casi la mitad de mi correo. Dependía también de los encargados de inspeccionarlo. NO todo el mundo habla inglés. Y en algunos casos les importaba un bledo o simplemente eran unos vagos. De todas formas se solía censurar. También había visitas que me traían cartas o me las enviaban. 

– En este intercambio epistolar figuraban asesinos en serie, pero me ha parecido entender que también había fans. 

– Es cierto. Recibía unas 15 cartas semanales, muchas de ellas de fans. Cuando salí de la cárcel, me relacioné con algunos, aunque admito que no fue demasiado inteligente de mi parte. Pero también había gente interesante, y muy variada. Realmente no hay estereotipos. He llegado a cartearme con abogados del Tribunal Supremo de Estados Unidos, estrellas de rock, traficantes de droga, y skaters profesionales. De todo lo habido y por haber. También con muchas amas de casa aburridas que se cartean con los presos para dar un poco de emoción a su vida. 

– Por “emoción”, supongo que debe sobrentenderse algo sexual, ¿no?.  

– Pienso que muchas mujeres que se cartean con asesinos creen que pueden cambiarlos, aportar un poco de luz a una existencia tan sombría y tenebrosa. Darles amor y la esperanza de una vida mejor, etcétera, etcétera. Muchos tipos se aprovechan para conseguir que les envíen dinero o fotos de chicas desnudas. Algunas de estas mujeres son ingenuas, pero otras son muy interesantes. Las hay también metidas en rollos sórdidos tipo Asesinos Natos, o que sufren lo que yo llamo el Síndrome de Clarisse Starling, el personaje que interpreta Jodie Foster en El silencio de los corderos. Quieren saber pr qué un joven tan bueno ha hecho cosas tan terribles. Creen que escribiendo cartas pueden meterse en el cerebro de los presos y revolucionar el mundo de los perfiles delictivos. Lo que no deja de tener su gracia. 

 – Tu pasado y tus declaraciones te sitúan claramente al margen. ¿Aún te consideras un ser humano?. 

– En el fondo sí. Soy humano, al menos en el plano biológico. Tengo defectos humanos. Estoy limitado por la carne, luego soy humano. Pero al mismo tiempo, a nivel espiritual, intento llegar a algo puramente demoníaco. Trato de alcanzar una especie de inmortalidad a través de mis actos y gestos, mi pintura y lo que hago en la vida cotidiana. Intento alimentarme de las almas de las personas a las que les llega mi pintura y proyectar mi energía a través de ese medio para construirme un egrégor. Un egrégor es, de hecho, la materialización física de diversas energías espirituales. Cuanta más gente creer en algo, más va tomando forma en el plano físico. Podría decirse que el dio de los cristianos, el mito de Cthulhu y los vampiros del Ordo Strigoi Vii son egrégores. Cuando más gente proyecte sus sentimientos sobre un objeto o una persona, más adquieren éstos una dimensión espiritual totalmente incontrolada. Por mi parte, intento canalizar esa energía con un objetivo muy concreto. El egrégor que he creado se alimenta de almas. Podría decirse que es una forma de vampirismo, pero para mí se trata más bien de canibalismo. Practico el canibalismo espiritual. Un vampiro psíquico se alimenta de energía vital y deja a su presa más o menos intacta, mientras que mi objetivo es devorar el alma. No se trata de chupar un poco de sangre con una pajita. Más bien sería arrancar grandes pedazos de carne a mordiscos. 

– ¿Puedes explicar con más detalle cómo pintar te permite servir a determinados entes?. 

– Pintar me permite canalizar la energía. Es como si echara sangre en el cuadro, pero en lugar de sangre, pongo un trozo de mi alma. Y cuando esta obra la ven miles de personas en internet, las reacciones que provoca son una forma de sacrificio que ofrezco a los entes. Los entes se alimentan de miedo, de emociones fuertes. Cuanto más fuertes sean mis cuadros, mejor servirán a esos entes. 


 – ¿Quienes son esos entes?. ¿Son exclusivamente tuyos o forman parte de tradiciones conocidas?. 

– Me identifico con una tradición, la de las Clavículas de Salomón, que cuenta que el rey Salomón encerró a 62 demonios en una vasija sumergida en un lago. Los babilonios, que pensaban que contenía un tesoro, rescataron la vasija del agua y la rompieron, lo que liberó a los demonios por todo el mundo. No es que me crea forzosamente esa historia, pero creo que hay varios entes, y cada uno se corresponde con una pulsión humana. Se les puede rendir homenaje con pactos y rituales para que contribuyan a modificar el orden de las cosas. Creo que el ocultismo y la magia ceremonial permiten influir en el curso de los acontecimientos pero sólo en los que el espiritu humano puede influir. Por ejemplo, todo lo que sea emoción, energía, ondas espirituales y cerebrales. No consiste en influir en el mundo material. Pero estamos limitados por la carne y por determinadas leyes físicas elementales, como la gravedad. 

– ¿Qué beneficios has obtenido de los pactos que has concertado con los entes?. 

– El primer beneficio que obtuve fue que no me condenaran a una pena demasiado dura, de la que me libré por los pelos. Y fue gracias al pacto que hice el día anterior al juicio. Después, como te decía, alimento a los entes con mis cuadros, y a cambio obtengo determinados beneficios, como la fama, que me permite viajar, conocer a gente interesante y llevar una vida rocanrolera, en lugar de caer en el olvido y la mediocridad del mundo moderno. Lo más interesante, desde luego, sigue siendo haber logrado cierta forma de inmortalidad. Nadie se acuerda de los que hacen el bien. La mayoría se acuerda más de Jack el Destripador que del primer ministro de la época. Los hombres se hacen un nombre en la historia por medio del terror y el sufrimiento. 

– Te defines como “lobo solitario” ¿Qué significa?. 

– Cuando salí de la cárcel, algunos cultos y órdenes más o menos diabólicos se pusieron en contacto conmigo. Pero nunca quise ir más allá. No soy una persona servil ni tengo ganas de pertenecer a una jerarquía. Para mí, los que ingresan en un culto y aceptan llamar “maestro” a otra persona no tienen personalidad y no se atreven a seguir su propio camino. Mi posición es más bien la de un solitario. 

 – Hay muchos rumores y fantasías sobre esas órdenes secretas y esos cultos de los que hablas ¿Qué nos puedes decir al respecto?. 

– No puedo dar nombres, pero se han puesto en contacto conmigo organizaciones de Bélgica y órdenes de los países del Este. Los contactos suelen hacerse a través de Internet. (…) 

– Hablas de demonios, de pactar con entes y de alimentarte de almas. Es comprensible que eso inquiete a los que van a leer esta entrevista. ¿Has cambiado desde que estuviste en la cárcel?.  

– La principal diferencia no tiene que ver con mi personalidad, que sigue siendo la misma. La principal diferencia es la experiencia, y esa experiencia me ha enseñado que después de toda acción siempre hay una reacción. La reacción de las instituciones consiste en encerrar a la gente durante años como si fueran perros. Y no me apetece volver a pasar por eso. ¿Ves esta mano? Bastaría con que tocara un objeto o mueble de esta habitación para que la brigada criminal llamara a mi puerta si aquí se produjera el menor incidente. Eso significa que no puedo hacer nada. Soy consciente de que no puedo hacer nada ilegal. Me esfuerzo por maniobrar dentro de un marco restringido, e intento canalizar mi energía negativa y destructiva a través de otras actividades. 

 – ¿Puedes explicar en detalle la ausencia de remordimientos y de empatía?. 

 – Creo que nací sin empatía, como otros nacen sin piernas. Algo faltaba en mí cuando nací. Mis padres no me torturaron. No padecí traumas psíquicos ni físicos durante la infancia. Nada explica lo que soy o lo que hago. La única explicación está en mis deseos y mi naturaleza. No creo necesariamente en el enfoque sociológico de la criminalidad. Vale, a veces pasa. Hay gente maltratada durante la infancia que reproduce más adelante los mismos esquemas. Pero no es mi caso, para gran desesperación de profilers de tres al cuarto y criminólogos que se interesan por casos como el mío porque no encajan en absoluto con sus obsoletas teorías. 

CONCLUSION  

Actualmente El vampiro de País, Nicolás C, trabaja en una compañía funeraria. Tiene un piso, y sale mucho por las noches.

No se arrepiente de nada de lo que hizo, al punto que dice:

  “Había un precio que pagar y lo he pagado. Habrá otro, que también pagaré. No me arrepiento de nada. De nada en absoluto. ¿Qué más se puede decir?.”


Exactamente digo eso: ¿qué más se puede decir?

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