Un gato solo en medio de la noche

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Me detuve al verlo en la acera, solitario, con los ojos como cansados y de alguna manera tristes. ¿Qué hacía un gato en la calle esperando?. Por un largo rato me quedé observándolo. Lo veía como enfermo, lastimado, y pregunté enseguida en la portería del edificio hacia donde estaba el gatito viendo. El portero me tranquilizó: 
 
- Es un gato del barrio, va y viene hace mucho tiempo. En las noches se mete en el edificio en el fondo y ahí duerme. 
 
No estaba enfermo. Era así. Un gato cansado, agotado, de ojos tristes. Le tomé una fotografía para recordarlo y poder escribir su brevísima historia. 
 

 
 
Mientras lo observaba, una señora mayor salió del edificio y le llevó una bandeja con alimento balanceado y un poco de agua. El gato se estiró, desperezándose de su letargo, y se acercó a la bandeja pero no la probó. Una chica que venía caminando se detuvo a verlo porque le llamó la atención tanto como a un servidor que un gatito suelto estuviera por la acera en aquella noche fría. El felino se refugió de nosotros debajo de un coche. Rehuía el contacto humano. 
 
- Incluso a mi que le doy de comer no me deja acariciarlo – me dijo la señora. 
 
Me contó que el gato viene puntual todos los días al mediodía y a las 19hs a buscar su porción de comida. Yo continué caminando y me despedí de la señora agradeciéndole el gesto que hiciera por el animal, y la chica también siguió su curso caminando. Me detuve, sin embargo, a unos metros y observé el gato como salía lentamente de debajo del coche y se acercaba sigiloso a la bandeja de comida. 
 
Una vez se cercioró que no había amenazas comió lentamente. Los paseadores de perros inundaban la cuadra, era la hora de llevar a hacer sus necesidades a los perros. Pero entre el gato y los ocasionales perros que circulaban no hubo problema. 
 
Pensé en crear una aplicación para que la gente señale en un mapa de su ciudad donde están los gatos sin refugio, hambrientos, así se los puede alimentar. Incluso la gente que los alimenta podría dejar indicado en la aplicación de que fueron alimentados y saldría en el mapa marcado con una señal indicativa. A más puntos alimentándolos, algún premio a tan nobles personas. 
 
El gato seguía ahora sentado, fijo viendo hacia el edificio. Parecía esperar otra cosa más allá de la comida. ¿Qué le abran la puerta para ir al fondo?. 
 

 
Lo observé y no dejé de pensar en el pasado, cuando a un imbécil se le ocurrió quemar a las brujas (mujeres comunes) y sus mascotas que era felinos. Esto dio pie, tiempo después, a que la peste negra hiciera estragos en el mundo al acabar con el depredador natural de las ratas. Todo por la idea de un hombre de mente débil, fanatizado en sus delirios místicos, que se creía mejor que nadie y pensaba que Dios le mandaba secretos a sus oídos. 
 
Pude ver la vida dura del gato que le deparamos nosotros los humanos como especie. No viven mucho en las calles. Están expuestos a todo. Su naturaleza, que es lamerse continuamente, les obliga a ingerir toda clase de sustancias para las cuales su organismo no está preparado: metales pesados, plásticos, vidrios, venenos, brea, nafta, contaminaciones diversas. 
 
De vivir en estado salvaje los hemos obligado a vivir en ciudades de concreto diezmadas por la contaminación, de un frío terrible en el invierno. Hay personas que conozco que los cuidan, por fortuna, pero no son suficientes. Si tuviera dinero, fundaría una casa enorme para refugio de estos animales.
 
El gato es el gran paria del mundo, desde aquella superstición creada por un imbécil del medioevo que otros imbéciles creen a pie de juntillas sin preguntarse de donde vienen sus creencias. Sin embargo, es la criatura más inteligente y atractiva que existe. 
 
Recuerdo mi primer gato que me salvó la vida. Me rasguñó la puerta de mi habitación cuando vivía en mi juventud con mis padres, y me obligó a que lo siguiera. No era una actitud habitual de él y lo seguí. Descendí las escaleras hasta la cocina que es adonde me dirigía. Y pegó un brinco al lado de las hornallas como señalándomelas. Observé qué quería que viera y noté entonces el peligro. Las llaves estaban abiertas. El gas salía. Sí continuaba así llegaría al living a metros de la cocina donde estaba la estufa encendida. La explosión hubiera sido inminente. El gato nos salvó la vida. 
 
No por nada, en Egipto se lo veneró y todavía en algunos países, como Turquía o Japón el gato es un animal digno de veneración. El fuego que despiden de sus ojos en la oscuridad ha hecho pensar que algo del Dios Sol albergan en su interior. Para algunos, son objetos de arte vivientes. Para otros, el mejor y más sabio amigo del ser humano. Que me disculpen los perros. 
 

 
 

 

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