La mentira del Hijo de Dios Jesucristo

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Pasé años estudiando la vida de Jesús. Y tras tanto tiempo, me di cuenta de cómo se gestó aquel incipiente cristianismo que terminaría creciendo en poder de maneras incalculables. Mucho de lo que investigué lo narré, a modo novelado, en mi primer libro Cruz&Ficción: El problema de la Cruz.

Pero claro, era ficción y, por tanto, no tenía límites mi imaginación. Aportaba citas a pie de página, sin embargo, para los que quisieran profundizar en algunos conceptos.

Hoy día no tengo dudas del papel que desempeñó Jesús: si existió, cómo fue crucificado, etc.

Veamos algunas cosas que tengo claras al respecto.



LA VIDA Y OBRA DE JESUS DE NAZARETH



¿Existió Jesús?.

Realmente no hay ninguna evidencia histórica, salvo dos registros talmúdicos. Los propios evangelios son textos propagandísticos y, por tanto, no valen como evidencia histórica de la existencia de Jesús.

Sin embargo, si tomamos en cuenta que los creyentes en Cristo, a través de la intensa fe que expresaban, desafiaron todo un sistema impuesto para propagar la existencia de su líder, es que alguien como Jesús debió existir. De hecho, en la época de Cristo había numerosos Mesías que pululaban por Jerusalén. Quizá Jesús fue el más carismático.

Hoy día lo vemos con las sectas. Gurús que se creen enviados divinos y que acaparan creyentes a su alrededor. Si esto en nuestra época tecnológica y evolucionada sucede, no imaginemos en una edad donde no había Tv, ni luz eléctrica y todo era cuestión de superstición o religión. Un gurú que se alzase en ese entorno tendría muchas chances de acaparar crédulos.

Por otro lado, el ambiente era propicio. Los judíos esperaban el Mesías (de hecho, lo siguen esperando, porque no consideran a Jesús como tal) Y el Mesías debía pertenecer, como decían los profetas antiguos, al linaje de David. Es entendible, por tanto, que los evangelios digan que Jesús pertenecía a dicha familia real.

Lo que esperaban era un Mesías rebelde. Uno que quitará para siempre la opresión de Roma sobre el pueblo Judío, liberándolos. Esperaban un guerrero pero se toparon con otra cosa: un gurú iluminado que quería ofrecer su mejilla a cambio del perdón. Un fanático de sus propias creencias exacerbadas.



LOS EVANGELIOS Y JESUS




Los textos sagrados de los Evangelios son una propaganda para que se transmita la fe. Evangelio, de hecho, significad Buena Nueva.

Pero cuando intentaron transmitir la vida y obra de Jesús sus primeros seguidores se enfrentaron con un problema: no podía ingresar su culto en países donde existían otros cultos mucho más poderosos, repletos de milagros, de hijos divinos nacidos de Vírgenes, etc.

¿Qué hacer al respecto?.

Lo más probable es que hayan adulterado los evangelios adaptando la vida y obra de su querido redentor a los mitos antiguos, tales como el culto al Sol Invictus, Mitra, Hours, etc.

Por eso los enormes paralelos con aquellos cultos milenarios donde también sus dioses nacían de virgenes, hacían milagros, resucitaban muertos, y tras ser muertos, volvían a la vida de forma gloriosa. Eran los cultos paganos que pululaban por aquella época en Roma.

Roma, como todo imperio, precisaba de una religión que guiará a su pueblo. Un pueblo sin religión no es manejable para los intereses de los gobernantes, y por ello, las múltiples divinidades que tenían por aquel entonces eran un contratiempo a considerar. 
 
Necesitaban unificar.
Es aquí cuando toma el papel Constantino y manipula los textos propagandísticos de la secta cristiana para adaptarlos a la creencia romana en los dioses paganos.


JESUS Y SU OBRA



En los evangelios notamos algo particular. Que Jesús, cada oportunidad que se le presenta, aprovecha para demostrar que lo que hace fue profetizado antiguamente por los Profetas del Antiguo Testamento.

No hace algo sin que cite, de memoria, las palabras de los antiguos clarividentes. Parecería que hay una intencionalidad en su forma de proceder. Como si citar las fuentes que todos los judíos respetan hiciera que su ministerio fuera más creíble y exitoso.

Por eso, decía:

Porque si creyeseis a Moisés me creeríais a mi, porque de mi escribió; pero si no creéis en sus escritos ¿cómo lo haréis con mis palabras?” (Juan V, VI: 46, 47.)


¿Tenía necesidad un Hijo de Dios de citar Fuentes antiguas para que sus discípulos creyeran o respetaran lo que hacía?. ¿Era necesario justificarse de esta manera? ¿O aquello no era otra cosa que una puesta en escena?

Entre las profecías Mesiánicas existían 3 fundamentales: la del hijo de David, (citada en los evangelios), la de El Hijo del Hombre, y El Siervo que Sufre.

Jesús no se complace con encarnar un Mesías Guerrero únicamente, sino que decanta también en uno espiritual: tal y como El Hijo del Hombre (o el Siervo que Sufre), encarna.

Es más: el Siervo que Sufre es una profecía donde se dice que el “elegido” morirá tras padecer toda suerte de torturas y luego volverá a la vida.

Pero Jesús mezcla, intencionalmente, en cada periplo de su ministerio, los tres Mesías. Según la mentalidad a la que se enfrentaba, era conveniente ser uno u otro.

Por eso, lo vemos ingresar a Jerusalén montado en un asno: tal y como profetizaron antiguamente que haría el Hijo de David . Pero también, ante Pilatos dice que su “Reino no es de este Mundo”, tal y como uno esperaría del Hijo del Hombre.

Es probable que, conociendo la mentalidad de su pueblo, hubiera escogido a discípulos idóneos para seguir adelante con su mensaje.

En nuestros días lo vemos con los Gurús que encarnan la divinidad. Dicen que son elegidos, o que Dios les habla, e incluso que son ellos mismos Dios. Lo que manejan a la perfección es el conocimiento de la debilidad humana. Saben donde somos vulnerables por ese latente vacío existencial de no tener dios con nosotros.

Y como buenos manipuladores, pueden manejar a muchas personas como títeres dando lo que necesitan o creen necesitar.

Es probable que algo así haya sucedido con Judas. Por eso, Jesús no se sorprende cuándo lo denuncian. De hecho, le dice en la última cena:

"De verdad, de verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar. No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la escritura : el que conmigo come pan levantó contra mi su calcañar" (Juan XIII:18)


Y claro, cita las Escrituras Sagradas. E incluso:

Porque Jesús sabía desde el principio quienes eran los que no creían y quienes lo habían de entregar” (Juan VI, VII:64.)



LA CRUCIFIXION



Según los últimos hallazgos arqueológicos, a Cristo no lo crucificaron de las muñecas, ni lo ataron con sogas. Lo hicieron desde el dorso de las manos, haciendo que el propio crucificado sostuviera con las manos y los hombros la terminación de la cruz.

De esta forma el brazo pasaba por detrás del madero y era clavado firmamento con un clavo largo por el dorso de la mano.

El dolor era terrible. Pero si hacemos caso de algunas historias – como las de Flavio Josefo – podemos decir que aunque la intención de la crucifixión era la muerte, no siempre se producía. Y si al reo se lo bajaba a tiempo, podría con toda naturalidad salvarse.

Había muchos casos de personas que podían durar más de 3 días colgados sin morirse.

Pero a Jesús lo bajan al cabo de 3 horas. Es probable, como afirmaron muchos estudiosos, que cuando le dan a beber el vinagre empapado en una esponja, tuviera algún narcótico.

Por otro lado, Pilatos y Arimatea, como señalan muchos evangelios apócrifos, tenían una estrecha amistad. Pilatos no quería ajusticiarlo, pero el pueblo sí. Y temía una revuelta.

¿Será posible que haya habido algún acuerdo tácito entre Pilatos, Arimatea y Jesús para evadir el destino de muerte de la crucifixión?.

No olvidemos otra cosa: la gruta natural, donde sería la tumba de Cristo, era de propiedad de Arimatea.

En general, sólo los ricos tenían este privilegio. Los reos muertos en la cruz los lanzaban a fosas comunes. Me parece sospechoso que Arimatea ya tuviera lista la gruta, que Jesús muriese a las tres horas de haber sido colgado. Que en lugar de quebrarle las piernas, como solían hacer con los crucificados, a Jesús le clavasen una lanza al costado (corroborando, convenientemente, una vez más, las antiguas profecias que decían que al Mesías no se le quebraría hueso alguno).

Y lo más interesante es que, tras esta muerte, se lo ve de nuevo, radiante, vestido de blanco, sobre tu tumba. Y comienzan a propagarse sus apariciones y su evangelio por siempre quedará en el corazón de sus hombres. ¡ Porque la promesa no es otra que volver a la vida con la envoltura carnal !

Un detalle interesante: cuando Tomás, el escéptico, le pide ver sus marcas de la cruz, Jesús se las enseña. Al menos eso lo refieren los evangelios.

¿Acaso no nos dice esto que se había sanado su Mesías y que estaba de nuevo en vida entre ellos?.

Además, come pescado con ellos. Para los conceptos metafísicos de lo que una forma espiritual debería poder hacer, esto no es aceptable. Un ser de espíritu, etéreo, no puede comer ni tener marcas de ninguna clase, pues ya no hay carne.

Pero para aquellos tiempos, la resurrección era en realidad una resucitación: y cuando volvían a la vida volvían como eran en cuerpo físico, con marcas y todo. Por eso le pide Tomás que le enseñe sus manos. La fuerza de la propagación del culto nace de esta misma creencia, si nos guiamos de Tertuliano.



CONCLUSION



Jesús fue un gurú espiritual fraudulento como los que hoy día pululan en todo el mundo. La época lo ayudó. Sus contactos alimentaron la creencia. Lo ayudaron a salvarse de la pena máxima. Le dieron la forma de esparcir un milagro inexistente.

Es de notar que hasta el propio Jesús solía decir: Tú fe te ha salvado. Sabía, como buen gurú que analiza a sus creyentes y reconoce sus debilidades, que la fe de las personas las sanaba a modo de placebo. Y por eso, le resultó sencillo conseguir que creyeran en sus enseñanzas.

Y sus enseñanzas no eran otra cosa que las enseñanzas del filosofo Hillel, aquel rabino y maestro judío que ya decía aquello de “no hacer a los otros lo que no nos gustaría que nos hicieran” y muchas cosas más.

Jesús, como erudito de los libros sagrados, se apoyó en éstos para que su ministerio se propagara. Su alcance - imagino - ni él mismo lo pudo sospechar.

Las carnicerías que haría la Inquisición en su nombre, los abusos de los clérigos representantes de dios, no pudo haberlo imaginado.

Aunque uno sí esperaría que lo hubiera hecho si era un Hijo de Dios. Mejor habría sido que jamás hubiera proliferado nada. Nunca hubo una creencia que produjera tantas masacres en la historia. Tantas injusticias.

¿En verdad fue un salvador o un destructor?.

No penseís que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir sino a cumplir” (Mateo 5:17-18)


Y los profetas no quisieron nunca otra cosa que el apocalipsis, la destrucción.


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