La transmutación historica en oro de Helvetius

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Johann Friedrich Schweitzer, conocido por Helvetius (1630 – 1709) fue un conocido médico holandés de urdimbre alquímica bastante curiosa. En mi libro Al-quimera cuento mejor su historia, pero el detalle que me lleva a redactar este artículo, que no incluí en su día en mi libro, es un detalle capital sobre este personaje. El detalle es que estaba empapado en los textos de Ireneo Filaleteo, que no fue otro que el fallecido en la Gran Plaga, conocido como George Starkey. 
 
Se dice de Helvetius que transmutó plomo en oro a través de la piedra que un misterioso alquimista le dejó en su día. Se dice que conoció a Baruch Spinoza. Se dice que era escéptico de la alquimia y de golpe cambió su visión. Se dicen muchas cosas, pero lo cierto es que su crónica, relatada por él mismo en el libro El Becerro de Oro, es la única prueba, si podemos considerarla de esta manera, de la existencia de un alquimista en poder de una piedra que transmutaría. No hay otra evidencia. ¿Y qué podemos pensar al respecto?. Muchísimas cosas. 
 
Empecemos por señalar que el hombre que lo visita además le da la fórmula de cómo hacerla. Le confiesa que se hace con dos minerales vulgares, provistos de un azufre maduro, y una sal celestial identificada por los trabajos posteriores y anteriores (Suchten/Flamel/Basilio Valentin/Filaleteo/Dujols/Fulcanelli) como el nitrato de potasio. 
 
Esta operatoria metalúrgica nos deja en posesión de algo que se conoce como Régulo de Antimonio, examinado en un video que he hecho al respecto para poder hablar con propiedad y basado en la experiencia real:
 
   
 
Toda la operatoria, de hecho, es el trabajo de transferencia del color de los minerales a la sustancia nitrosa. Es lo que los vidrieros hacen para colorear sus vidrios utilizando el óxido de hierro. Sobre esta operación se han tejido infinidad de filosofías alquímicas, sobre fuegos atrapados en sales, el Sol capturado en un receptáculo, y muchas más cosas fulcanellianas. 
 
La experiencia demuestra que esto no sirve para nada, no conduce a nada, y que el trabajo metalúrgico era una forma de ver la preparación de la Piedra, tempranamente, en virtud de los opúsculos de Alexander Von Suchten, que casualmente fue la inspiración a Starkey. 
 
Pero Von Suchten aclaraba en sus escritos que explicaba el proceso con el antimonio vulgar, porque el otro, el de los Antiguos, prefería callárselo: 
 
"Del Antimonio Mágico o del Antimonio de los Antiguos no hablaré nada en este tratado, ya que los hombres no sabrán nada de él; pero lo que leen de él se aplica sólo al antimonio común; del cual sólo deseas un tratado que te comunicaré libremente y escribiré” Alexander Von Suchten.

Esto no pareció importarle a Starkey y a los que le siguieron, a todas luces, el propio Helvetius, convencido de su avance y tan así que lo dejó por escrito en su Becerro de Oro bajo la fábula de un supuesto encuentro con un alquimista. Pero la tesis que subyace al diálogo se encuentra explicada en los textos de Suchten. Y explicada, como declara el autor, de manera libremente. Sin códigos ni decknamenes enrevesados. Porque de lo que si sabe, y que debe permanecer oculto, es del Antimonio Mágico, y ahí calla Suchten. Es esa la materia real – muy oculta - del alquimista, y no los minerales tóxicos de la estibina. 
 
Helvetius, arrastrado por la fama de Filaleteo y otros autores especializados en trabajos metalúrgicos, decidió esbozar la explicación de un régulo con dos minerales. Minerales de los que no menciona sus nombres, pero que en la época todos conocían cuales eran: estibina y hierro (pirita cubica). ¿Curioso que no los mencione ni le proponga nombres al “adepto” que lo visita no?. Capaz de robarle un fragmento de piedra al adepto - como relata en su libro - pero no lanzarle los nombres conocidos de los minerales. Si en su texto se advierte que estaba al corriente de dichos nombres ¿por qué el silencio?. 
 
De la misma tesitura fue Limojon de Saint Didier (1630-1689), que calló el nombre de la materia mineral, pero por sus descripciones no quedan dudas que trabajó con estibina (antimonio).
 
Mi opinión personal, ya escrita en mi libro precedentemente citado, es que se trató de un engaño literario (una ficción pasada como non-fiction) que hizo que el médico cobrara fama por ser uno de los pocos que atestiguaron la transmutación de los metales. Eso le haría tener más pacientes y ganarse un podio en la historia de la alquimia. Y tuvo en quien inspirarse.
 
Jan Baptista Van Helmont, fue otro médico que cobró una fama inusitada por contar la transmutación de metales, al que también le dieron un trozo de Piedra Filosofal un anónimo visitante. 
 
Parece que los anónimos visitantes andan por el mundo buscando médicos a los que donar su piedra filosofal. 
 
Sin duda, el relató de Van Helmont inspiró a Helvetius a utilizar el mismo recurso literario a un año de la muerte del alquimista George Starkey, (1666) el mayor difusor de la operatoria metalúrgica con la leyenda que tejió con su alter ego de Filaleteo
 
No olvidemos que La Entrada abierta al Palacio cerrado del Rey, su opúsculo al respecto, fue el libro de cabecera de Issac Newton (y sin duda el de Helvetius). 
 
Entonces, si nos quedamos sin testimonios realmente fiables, y encima son los que siempre son citados en los libros de alquimia ¿qué veracidad hay en que exista una sustancia capaz de producir cambios de un metal vulgar a oro fino?. No hay evidencias. Solo crónicas, relatos aislados con abundante fantasía, engaños deliberados. Yo mismo recogí el testimonio de un entrevistado que me juró a pie juntillas que le dieron la piedra y transmutó mercurio en oro. Pero pruebas de este fenómeno no hay. Y no creo que jamás exista.
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